03 julio 2014

'El extraordinario viaje de T. S. Spivet', la pequeña odisea

Crítica publicada en Esencia Cine


La melancolía y la ternura se citan en la última película del director Jean-Pierre Jeunet, El extraordinario viaje de T. S. Spivet. Lo que nos ofrece el cineasta, reconocido por Amelie, entre otros títulos, es una dosis de aventuras protagonizadas por un niño que viaja a lo largo de Estados Unidos en busca de un premio científico. 

Jeunet realiza una reinterpretación de géneros, haciendo confluir el western, la road movie o el género odiseico, en una película que nunca esconde su marcado acento familiar (incluso infantil por momentos). Sin embargo, bajo esta apariencia, el guión del cineasta, escrito en compañía de Guillaume Larant, esconde el mensaje sobre una familia que viaja hacia la luz tras la muerte en accidente de uno de sus hijos. 

Las aventuras de T. S. Spivet a lo largo del país vertebran la película en pequeños capítulos. El pequeño conoce a personas, generalmente viejos, de los que aprende lecciones importantes, pero también huye de las autoridades que lo persiguen. El Smithsonian es el lugar en el que debería recibir su premio si es que se lo permiten, pues cuando acepta acudir se guarda la información sobre su edad.


Lo que vendrá después no es más que una reinterpretación del clásico viaje de iniciación, de reminiscencias homéricas, salvando las distancias, del chico. Jeunet parece querer decir que el genio no depende de la edad, que hay que disfrutar el viaje, independientemente de la edad que nos sujete en cada momento.

Helena Bonham Carter y Callum Keith Rennie (que brilló en su papel televisivo como Lew Ashby en la serie Californication) introducen al jovencísimo actor Kyle Catlett (también conocido por su rol televisivo en The Following). Catlett completa un trabajo interesante y se carga el peso de la película pese a su corta edad. El jovencísimo actor consigue sacar sonrisas y emocionar a partes iguales.

El extraordinario viaje de T. S. Spivet es por lo tanto una película familiar para todos los públicos. Un derroche de imaginación, rodado en 3D, que adopta los códigos de varios géneros para aderezar su receta principal, a la que acompaña una exquisita fotografía (remarcable trabajo el de Thomas Hardmeier al frente). Una experiencia agradable, que guarda ciertos mensajes con profundidad bajo su apariencia simplona y fácil, y que, pese a ser muy efímera, deja con un buen sabor de boca.

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