11 septiembre 2012

Storybrooke, ‘Once upon a time’ y la necesidad humana de las historias

Las personas necesitan las historias. Las necesitan para evadirse, para proyectarse, para escapar de las cadenas que las atan en este mundo. Somos consumidores de historias, devoradores o depredadores de ellas en algunos casos. Es por eso que leemos novelas, cuentos, o nos sentamos una hora delante de una pantalla, buscando en un lugar ficticio las respuestas que no somos capaces de encontrar aquí. 

Los personajes, los espacios y el tiempo que conforman Once upon a time son un claro ejemplo de la importancia de las historias. En este caso, el niño protagonista, Henry, acude a Boston para conocer a Emma Swan (Jennifer Morrison), su madre biológica, que lo dio en adopción al nacer por no tener recursos para criarlo. Emma lo acompaña a Storybrooke para devolverlo a su madre adoptiva, Regina Mills (interpretada por una soberbia Lana Parrilla). Pero la historia que le cuenta Henry la hará permanecer allí al menos unos días más. 


Este inicio de la serie es un claro ejemplo de esa necesidad de las historias para encontrar respuestas. Henry acude a buscar respuestas, de Storybrooke a Boston, y Emma hace lo propio mediante el viaje inverso. Pero la necesidad de los cuentos es, si cabe, mayor en el niño. Joven lector, Henry guía sus actos de acuerdo a un libro de leyendas y cuentos, que da título a la serie de ABC. Según ese libro, en el mundo de los cuentos, la reina se vengó de Blancanieves enviando a todos los personajes, incluido el otro gran malvado, Rumplestiltskin (Robert Carlyle), a un mundo sin magia, en un tiempo futuro y mucho más despiadado que el de los libros. Los personajes de cuento permanecerán atrapados allí hasta que la persona elegida rompa la maldición. Sobra decir que el lugar es Storybrooke, el tiempo es el actual y la elegida es Emma, que, evidentemente, no se lo creerá de primeras. 

Con esta receta, los guionistas, productores y encargados de ABC, comienzan la serie cargando al lector de incertidumbre sobre lo que se encontrará. He de admitir que, al principio, esperaba mucho menos de ella. Cuando me senté a verla simplemente buscaba esa desconexión, fruto de los cuentos, que mencionaba con anterioridad. Pero la sorpresa ha sido grande cuando, poco a poco, los capítulos han ido adquiriendo emoción y suspense y me han conseguido llevar casi como otro personaje a Storybrooke. 

Uno de los éxitos visuales de la serie es la alternativa de los dos mundos en la pantalla: por un lado vemos el mundo de los cuentos clásico, mientras que por otro, estamos en Storybrooke, con los personajes de cuento atrapados sin saber quiénes son. Las caracterizaciones de los trasuntos actuales del cuento son otro de los puntos fuertes de la producción de ABC. Un Pepito Grillo convertido en psicoanalista, la Reina Malvada como alcaldesa inflexible, Ruby (Meghan Ory), una caperucita con rasgos góticos que trabaja de camarera, la profesora Mary Margaret (Ginnifer Goodwin), una personalización presente de Blancanieves o el excéntrico Rumplestiltskin convertido en el dueño de una casa de empeños y oportunidades. Estos son algunos de los personajes de cuento atrapados en una realidad que se les ha dado como suya mediante la maldición que les ha hecho olvidar su origen mágico. Mientras tanto, Henry, el niño, se cree a pies juntillas todo lo que pone en su libro y ve en Emma, convertida en la sheriff del pueblo, la posibilidad de desanudar las cadenas que atan al resto de Storybrooke. 

Lo dicho, la necesidad de los cuentos y la capacidad de los hombres de dejarse atrapar por las historias.