29 noviembre 2014

'Rastros de sándalo', las búsquedas del amor

Crítica publicada en Esencia Cine


Normalmente cada ciudad alberga, al menos, dos distintas. Sobre todo si hablamos de un enclave turístico; tendremos en un polo todo aquello que hay que ver y que casi siempre permanece atestado de gente que inunda de flashes cada instante, mientras que en el otro extremo quedará lo que podríamos denominar ciudad mater, es decir, la ciudad de verdad, la que permanece algo más alejada de los focos. Siempre pasa. No es lo mismo caminar por la Rambla de Catalunya que hacerlo por la del Raval, aunque con los años se han ido asemejando cada vez más. 

En Rastros de sándalo María Ripoll deambula por las dos Barcelonas, además de por la ciudad de Mumbai en La India durante algunos tramos. La historia que albergan esas “tres” ciudades no es otra que la de dos hermanas separadas treinta años atrás en la ciudad asiática. Ahora, Mina, la mayor, es una actriz famosa que descubre que su hermana pequeña Sita fue adoptada por una familia burguesa de Barcelona y se ha convertido en bióloga. Enseguida comenzará una búsqueda tan retrospectiva como introspectiva que la llevará hasta España para encontrarse con el pasado en forma de presente.


La directora propone, para comenzar, un brillante juego de meta-cine –sin duda lo mejor y más atractivo del film– en el que una película dentro de la propia película adentra al espectador en la historia de las dos hermanas. Como un juego de matrioskas. Sorprende gratamente el cambio en la dirección y la estética de una y otra, así como la elegantísima transición de la “ficción” a la “realidad”. Ripoll salta de una dirección vibrante e incluso mareante a una dinámica de planos más fijos y sosegados. 

Sin embargo, un montaje algo brusco, que se hace notar durante todo el film y puede llegar a sacar de la historia, traslada la acción de Mumbai a Barcelona gracias a una ruda elipsis geotemporal. Entonces comienza una búsqueda casi desesperada con los obstáculos clásicos (negación, aceptación paulatina, total entrega…). Finalmente Paula empezará a sentir interés por la que acaba de descubrir como su hermana y comenzará a conocerla a través de sus películas, lo que lleva a la película a abrir una nueva vía narrativa basada en la relación de ella con el dependiente indio de un videoclub del Raval. La relación entre ambos servirá como percha para introducir el choque cultural –con un cierre docuficcional sobre Bollywood– y aportar un drama sentimental a la historia –cita a Ghost, inclusive.

Rastros de sándalo alterna constantemente los espacios. El film de Ripoll funciona mucho mejor cuanto más se acerca a esa Barcelona del Raval, pero planea sobre ella una necesidad constante de mostrar todos y cada uno de los emplazamientos turísticos de la Barcelona de postal que fagocita varios aspectos de la narración y lleva a perder algo de interés en la propuesta. Se puede hablar de que, igual que cada ciudad alberga en su interior dos, Rastres de sàndal contiene dos filmes en su metraje: una historia de búsquedas y encuentros fraternales, por un lado, y una historia de amor, por el otro, ambas, eso sí, con el choque cultural como telón de fondo.

28 noviembre 2014

'Adiós al lenguaje', epílogo fundamentalmente "godardiano"

Crítica publicada en Esencia Cine


Tal vez la estridencia sonora, en forma de golpes, música machacona, disonancias y repeticiones, podría ser la columna vertebral de Adiós al lenguaje, más allá de la relación que se intuye sobre la superficie entre los dos protagonistas. Sin embargo, ese pilar básico también podría ser, otra vez más, la experimentación característica de Jean-Luc Godard, sin duda uno de sus sellos más personales a lo largo de su amplia carrera. 

Los saltos de eje, la aparente ausencia de un guión elaborado, la interposición de la historia principal con los planos del perro que vaga por el campo, así como la multitud de referencias a todo tipo de artes –muchas, incluso, a su propia obra–, rememoran todo el cine anterior del director francés, que a sus 84 años firma este Adieu au langage.


Escribía Luis Martínez en el diario El Mundo, a propósito de la proyección y el Premio del Jurado que recibió Godard en Cannes, que Adiós al lenguaje “es un manual de instrucciones para entenderlo [al autor]”. Lo cierto es que a lo largo de su metraje se intuyen varias de las ideas y de los tics del cineasta, tanto en su pasado más lejano como en el más próximo en el tiempo. Se pueden atisbar similitudes entre esta y muchas de sus películas (Al final de la escapada, los saltos de eje; Pierrot el loco, el montaje caótico y las maraña de referencias; Alphaville, las disonancias sonora; entre otras).

Adiós al lenguaje se puede interpretar, por tanto, como una especie de despedida cinematográfica del auteur. Un testamento que aglutina todo el universo del cineasta en poco más de una hora y que vuelve a tener en el montaje su herramienta más preciada. Ese ha sido siempre el centro creativo de Godard: el montaje. El director siempre optó por significar las imágenes mediante el enfrentamiento de unas con otras. En esta última película no se echa atrás y el montaje vuelve a convertirse en su mayor arma para la libertad creativa, permitiéndole la inclusión de varias citas de autores, de varias intersecciones y la creación del puzzle de imágenes al que nos acostumbra.

Por último, la experimentación más libre, otro de los sellos distintivos de Jean-Luc Godard, se hace patente en multitud de imágenes, cambios de patrón de color, inversión del espectro. En definitiva, todos los elementos cinematográficos que dispone Godard proponen un atractivo recreo visual que toma su máxima forma en un conjunto de planos y juegos de cámara a doble exposición muy interesantes. Por no hablar de las tres dimensiones en las que se rodó el film, que invitan a pensar –por desgracia en España sólo se verá en 2D– que en esa inclusión tecnológica radicaba el más grande de los experimentos fílmicos de un director que rejuvenece y se muestra más “crío” con cada año que cumple, más travieso con cada película que filma.

21 noviembre 2014

'Jimmy's Hall', entre el melodrama y la confrontación

Crítica publicada en Esencia Cine


Dos años después de la Guerra de independencia irlandesa, que se libró entre 1919 y 1921, se firmó el Tratado anglo-irlandés, por el cual se reconocía la soberanía de Irlanda, que sería libre, pero formaría parte de la Commonwealth británica. Es decir, que seguiría considerada como un dominio británico pese a la concesión de su independencia. La aceptación del tratado por parte del Sinn Féin, el principal partido irlandés, originó otra contienda, que se libraría entre 1922 y 1923, entre los partidarios del tratado y los que no aceptaban formar parte de la Commonwealth. 

Cuando estalló la primera guerra, James Gralton volvió para luchar desde su exilio en Estados Unidos, donde residía desde 1909. Y diez años más tarde del final de la segunda, en 1932, volvió a hacerlo para ver a su madre por última vez. Esta segunda visita es la que inspiró al cineasta Ken Loach, que la trasladó a la gran pantalla para filmar su última película, Jimmy’s Hall.

La llegada de Gralton reaviva las llamas pasadas en el pueblo. El amor velado que dejó en un pasado vuelve a arder de forma latente; las enemistades que quedaron atrás se sitúan en primera línea otra vez, etc. Todo se acentúa cuando el activista comunista decide montar un salón de baile en el que los habitantes del pueblo puedan recrearse de la situación de crisis que se vive. La prohibición por parte de las autoridades del salón de baile servirá a Loach para esconder su evidente crítica política bajo una piel de aspecto cultural.


Casi cualquier historia que se circunscriba a un periodo de crisis puede reflejarse en la actualidad, y Jimmy’s Hall también lo hace en determinadas ocasiones. Sin embargo, la clara tendencia a cargar las tintas de su director (patente aquí en la extrema contraposición y el maniqueísmo; se observa en el enfrentamiento entre el cura –la iglesia inquisidora– y el propio Gralton: casi el bien y el mal para Loach) y la incapacidad de emocionar pese a rozar el melodrama en varios momentos, impiden la identificación con los protagonistas.

Jimmy’s Hall tiene fuerza, Loach narra una historia humana, política y con ciertas aristas, pero ese choque de contrarios es tan evidente y arraiga en una necesidad de significarse tal, que la película acaba por perder sutilidad, elegancia e incluso algo del potencial que podría haber dispuesto sobre la mesa. Pese a todo, el nuevo film del director británico consigue una gran factura y momentos en los que la narración más personal se distancia del primer foco político. Y en esos momentos la historia brilla más y coge aire. Aunque, por lo general, en seguida vuelve a ser ahogada en un mar de reproches político-históricos para quedar circunscrita en un terreno que se podría denominar como melodrama político.

'Born', el pictoricismo bélico

Crítica publicada en Esencia Cine


El barrio del Bornet quedó totalmente arrasado al término del sitio de Barcelona, cuando los defensores de la ciudad se rindieron a Felipe V, el 11 de septiembre de 1714 (día en que la Diada conmemora este hecho desde entonces). El director Claudio Zulian se adentra en Born en ese pantanoso terreno para narrar la historia de tres personajes que vivieron ese momento en el Born. Para ello, adapta o reinterpreta la novela La ciutat del Born de Albert Garcia Espuche.

Con un guión estructurado en tres actos, correspondientes a los tres personajes principales: el calderero Bonnaventura, partidario del ejército catalán, su hermana Marianna, y su amante, el rico perfumista Vicenç, más cerca de los felipistas. A través de los tres actos, el director trata de narrar el entorno bélico y revanchista que se adueñó durante esos días de la ciudad.


Una puesta en escena muy teatral, que no permite casi nunca más de dos actores en pantalla, otorga así todo el peso a la interpretación y los diálogos. De esta forma Zulian consigue un retrato social de clases y una narración circunscrita a la época en la que se sitúa. El fantástico trabajo fotográfico de Jimmy Gimferrer, que vuelve a completar, como ya hizo en Stella Cadente de Lluis Miñarro, un tremendo acercamiento pictórico a través de iluminación natural –velas, faroles, etc. –, contribuye de manera primordial a esa creación de la atmósfera.

Sin embargo, Born falla en la ejecución, que deja dudas e historias inconclusas. A medida que transcurre el film el espectador puede verse sorprendido por la falta de metas del mismo. No se sabe, ni se intuye, qué es lo que quiere trasladar a la pantalla el director, que se recrea en dilataciones innecesarias de algunas escenas (por ejemplo una escena sexual y otra de masturbación) y que alterna los encuadres clásicos con planos en los que abusa de una ruptura de la composición.

Born es una película con cierto aire de ficción documental, que queda en tierra de nadie debido a un dubitativo guión que transporta al espectador, a través de vaivenes, por las calles de una Barcelona convulsa y belicosa. Un film perfectamente fotografiado en el que precisamente ese brillante trabajo fotográfico se convierte en el valor más rescatable del mismo. Bravo por Gimferrer, otra vez.

20 noviembre 2014

El gérmen fotográfico de La isla mínima y True Detective

Muchas son las comparaciones que se han hecho entre una y otra. Se trata de La isla mínima, de Alberto Rodríguez, y True Detective, de Nic Pizzolato; dos ficciones que guardan cierto espíritu común en cuanto a lo estético. Con un gusto excelso por lo macabro, ambas han sido elogiadas a partes iguales por su apartado visual y su atmósfera. Algunos, incluso, lejos de conocer los orígenes de cada una, han tachado de plagio a una u otra (aunque generalmente se ha acusado más a la obra de Alberto Rodríguez que, casualmente, fue la que antes se concibió). La globalización tiene estas cosas: dos mentes pueden pensar una historia similar a miles de kilómetros de distancia sin incurrir en ningún tipo de plagio.

Lo que sí comparten ambas producciones, además de ese aspecto ritual de sus casos principales, es el origen fotográfico de sus historias. Ambas beben de colecciones fotográficas centradas en el espacio que ocupan sus tramas. Tanto en el caso de La isla mínima, cuyo director ha confesado que la historia le vino a la cabeza al ver las fotografías de Atín Aya, como en el de True Detective, que toma a Richard Misrach como punto de partida; en el caso de la serie de HBO, incluso sus fotografías aparecen en los títulos de crédito tan elogiados.


La isla mínima y las marismas del Guadalquivir de Atín Aya

Entre 1991 y 1996, el fotógrafo sevillano se dedicó a fotografíar un entorno tan oscuro como misterioso y pobre. En su colección Marismas del Guadalquivir Atín Aya recoge el espíritu de los marismeños y fotografía el entorno, siempre en blanco y negro, creando un retrato cargado de sombras y luces. Reconocen Alberto Rodríguez y Alex Catalán (director de fotografía del film) que la película es una traslación de la mirada del fotógrafo a ese terreno baldío en que se habían convertido las marismas cuando él las fotografió (curiosamente, en la época coetánea de la historia de la película) y hacia las personas que allí inmortalizó el fotógrafo.

...
True Detective y la Petrochemical America de Richard Misrach

Es conocida por muchos como la Avenida del Cáncer (Cancer Alley) debido a la radiación y al exceso de polución que se da en el entorno. Es allí donde se sitúan las investigaciones de Rust Cohle y Marty Hart en True Detective. Un entorno igualmente lúgubre, viciado, en el que las torres de las fábricas expulsan humo contaminado al aire en cada rincón. La zona industrial de Luisiana conocidos como la América petroquímica fueron recogidos en una magnífica serie de fotografías (Petrochemical America) que, años después, inspirarían a los creadores de True Detective a la hora de generar esa atmósfera tan peculiar y tan negra de la ficción. Las casas de madera, el cielo grisáceo, los edificios de las iglesias, las ciénagas y los árboles "cortados" por la niebla en el horizonte; todo es compartido por la serie y el fotógrafo. Testimonio único de un lugar tenebroso y poco recomendable. 

...

Para más información sobre Atín Aya, visite su página web: atinaya.com 
Para más información sobre el trabajo de Richard Misrach: fraenkelgallery.com

14 noviembre 2014

Loterías, 'pornodrama' y utopías

Desde que el "calvo de la Lotería" se marchó, el anuncio del sorteo de Navidad no ha dejado de levantar polémica en cada una de sus ediciones. Si el año pasado nos sorprendió con aquella demoníaca Montserrat Caballé (pobre mujer, qué culpa tenía), en 2014 el anuncio apela a lo más (profundo de lo) emocional. Técnicamente es fantástico; ahora, su argumento me deja muchas dudas.

Un hombre que no ha comprado un billete de la lotería premiada en el bar de su barrio. Su mujer que lo intenta convencer -con una inmensa sonrisa en la cara- de que baje como si fuese un día normal. "Pero, es que para un año que no lo compro...", le replica Manuel. El bar repleto de gente que celebra su premio con champán, jolgorio, griterio. Lo típico que vemos en todos los telediarios del 22 de diciembre.

El momento emotivo llega cuando, tras pedir un café, el hombre -delgado, ojos rojos y tristes, se le intuye en situación un poco difícil, o eso parece querer dejarnos claro el spot- pide la cuenta. "21 euros", le dice Antonio, el camarero, con una sonrisa inmensa en la cara. "¿21 euros por un café?", contesta Manuel. Y he ahí 'el momentazo': "No", dice Antonio, "un euro por el café y 20 por esto", extendiendo un sobre rojo que, efectivamente, guarda un boleto premiado. Y claro, a continuación, el llanto desconsolado y emotivo (muy emotivo) del protagonista. "Lo bonito es compartirlo", es el copy.


¿Qué nos dice el anuncio? Pues, ni más ni menos, y como era de esperar (al final no deja de ser un anuncio comercial) que compremos lotería siempre que alguien lo haga. Es la representación del "¿y si no compro y toca?" que muchas veces escuchamos cuando se trata de esto. Lo cierto es que el mensaje que extraigo yo del anuncio, más que emocionante, es ciertamente consumista (aunque esto es evidente y entendible) y cruel. ¿Por qué? Por varios motivos.

Primero por la caracterización del actor principal. Quiero pensar que no es un padre de familia, un parado, o alguien con problemas económicos importantes, que es lo que a mí me traslada su imagen, como dije antes. Segundo, porque el mensaje que deja el anuncio es el de comprar un billete en cada uno de los sitios que frecuentamos. No importa cuántos sean, "¿y si cae aquí?" reza uno de los eslóganes que anuncian el sorteo en los bares. Comprar, eso es lo único que instiga el spot bajo la capa de superficialidad de las emociones que toca. E instiga a comprar, precisamente, en una época en la que para cualquier familia de renta normal, el desembolso de la lotería puede ser un esfuerzo mucho mayor que nunca. No nos engañemos, las cosas no están para tirar el dinerito con sorteos. Y en tercer lugar, porque, coño, la utopía del buen hombre, ese camarero que ha guardado un billete es completamente ilusoria. Y ya no eso, sino que encima cuando sabe que está premiado lo suelte tan alegremente. Que somos españoles, coño, que nos conocemos...

Eso sólo atendiendo a la historia, como tal; si atendemos al aspecto técnico vemos primeros planos lacrimosos y, en el caso de los oídos, lo que encontramos es una machacona música triste. Todo pensado para incitar, qué digo incitar, obligar, al espectador a que llore. Digno de Susanne Bier, vaya. El melodrama en estado puro. Es cierto que el anuncio funciona, claro, incluso puede llegar a parecer bonito. Sobre todo en un país que parece adicto al pornodrama barato y que llena sus muros de facebook de historias sobre padres que cantan nanas a sus niños, tristemente a punto de fallecer, de animales que permanecen en las tumbas de sus dueños durante años hasta que mueren, y de historias en las que a la primera línea lo más normal es estar llorando. Porque están planeadas para eso, de hecho.

En definitiva, que lejos del entusiasmo que ha provocado el susodicho comercial (nunca olvidemos que es un anuncio y lo que pretende como tal), me queda un bonito e irreal cuento de Navidad. Un cuento, además, de dudosa moraleja:

"Compra, compra, que si no compras y no encuentras alguien como este camarero, estarás triste y amargado toda tu vida."

Porque, por supuesto, el dinero otorga la felicidad, de eso no nos queda ninguna duda. Ale, pobretones, ¡a comprar!

Os dejo el video del anuncio en cuestión. 

13 noviembre 2014

'Diplomacia', (no) arde París

Crítica publicada en Esencia Cine


Si a lo largo de tu vida has visitado París y te has enamorado de sus calles, sus artistas o sus monumentos, le debes mucho de ese placer de la contemplación a Dietrich von Choltitz. O eso dice la Historia. El teniente general del ejército alemán fue gobernador militar de la ciudad durante los últimos días de control nazi. Cuando recibió la orden de Hitler de destruir París y entregarla en manos de los americanos reducida a cenizas, desobedeció la orden, siendo reconocido posteriormente como el salvador de París. Hasta aquí, la leyenda, engrandecida por las voces a lo largo de los años. Existen voces discordantes con esta historia, por supuesto; los resistentes aseguran que el militar siguió reprimiendo a los franceses, y fiel a Hitler, hasta el último minuto de ocupación. Sin embargo, a Volker Schlöndorff no le interesan para contar su historia en Diplomacia, la película que ficcionaliza los hechos ocurridos entre el 24 y 25 de agosto de 1944.

Porque hay que aclarar que, pese a estar basada en hechos reales, el cineasta juega y dispone todos los elementos de la ficción sobre la mesa. A caballo entre la invención y el documental, Schlöndorff narra el encuentro entre el militar de origen y disciplina prusiana y el cónsul sueco en París. La película se convierte de esta forma en un duelo interpretativo entre André Dussollier y Niels Arestup, dos grandes actores que se cargan el peso del film en sus hombros con total naturalidad.


Diplomacia sustenta toda su propuesta narrativa en un guión sólido y conducido a la perfección por unos diálogos brillantes y audaces, que se ven influidos por todos los estados de ánimo que atraviesan los protagonistas (que traslucen desde la cortesía hasta sentimientos cercanos al odio). Con una puesta en escena en la que el espacio se mimetiza con los personajes y les otorga todo el protagonismo, la persuasión se convierte en el elemento central de la obra, haciendo virar las opiniones de los personajes de un lado a otro constantemente. 

Niels Arestup y André Dussollier dominan la escena constantemente; el cineasta lo hace notar a través de la dirección de actores (uno permanece en una posición más clara mientras va “ganando” la conversación, los gestos también hablan, el tono, los movimientos…). En definitiva, Diplomacia es una película en la que casi todo comunica, absolutamente todo si es que nos referimos a los dos personajes centrales.

El film de Schlöndorff hace reflexionar al espectador, casi constantemente, sobre lo que podría haber pasado si el hombre hubiese decidido seguir la cadena de mando. En esa idea, inculcada a través de esos diálogos mordaces, radica su mayor virtud, oscurecida en algunas ocasiones por la evidencia de que lo que se está viendo es una ficción y por la duda razonable sobre la verdad de esa locuacidad y honorabilidad de aquellos hombres reales. No obstante, el director prefiere filmar una ficción, que le permite jugar con los códigos y las conversaciones entre dos personajes muy interesantes y llenos de pliegues, pese a que un documental, seguramente, hubiese funcionado mejor como simple contador de los hechos, de lo que pasó en esa noche en la que pudo “arder” París. Y no se puede decir que no haya sido un gran acierto.

Crítica del cortometraje La gran invención, de Fernando Trías de Bes

Diplomacia se proyecta en España junto a un cortometraje de Fernando Trías de Bes, que de la misma forma que la película francesa, fusiona códigos de la realidad y la ficción. La gran invención fantasea con un futuro (2027) en el que la Unión Europea se ha disuelto, siendo la espita el revuelo generado por una película española que revela un secreto de la construcción de la unión que involucra al gobierno nazi de Hitler.

Trías de Bes hace jugar, y divertirse, al humor con la realidad y el drama propio de la situación que vive nuestro mundo y consigue un relato de “los hechos” muy coherente con la actualidad y con la propuesta inicial de su propia historia. Sin duda, una historia brillante, que casa a la perfección como aperitivo a esta Diplomacia de Schlöndorff; y que valdría por sí sola el precio de una entrada.

07 noviembre 2014

'El amor es extraño', el género indefinido

Crítica publicada en NoSóloGeeks


Ira Sachs retorna a sus temas comunes, el matrimonio (Forty shades of blue, El juego del matrimonio) y la homosexualidad (The Delta), en su nueva película. El amor es extraño es un cruce bienintencionado entre comedia y drama, con el telón de fondo de una pareja, George y Ben, que tras casi cuarenta años de relación decide casarse. El problema vendrá, cuando tras la buena noticia, George pierda su trabajo en un colegio católico y la estabilidad económica del matrimonio se desvanezca. 

A partir de entonces, la película de Sachs navegará entre dos tierras: la comedia y el drama, la aceptación y la lucha, la casa de los policías gays que acogen a George y la vivienda familiar del sobrino de Ben, donde este se queda a vivir. El cineasta introduce a los personajes en entornos no habituales y los lleva a cumplir un rol de “elemento ajeno” en los mismos. Destaca, en este sentido, la relación que mantiene Ben con la mujer de su sobrino, una destacable Marisa Tomei, que ejemplifica cómo esa novedad a priori “inofensiva” puede convertirse en algo perturbador para la rutina.


Los toques de humor y las situaciones (cuasi melo) dramáticas se dan la mano en El amor es extraño. Sin embargo, la película no llega a indagar ni profundizar en lo crudo del punto de origen. Apenas se menciona el hecho de que George es despedido por su tendencia sexual, y salvo en un par de momentos, con motivo de algún chascarrillo, el espectador puede incluso llegar a olvidarse de ese punto de partida. Por otra parte, Sachs parece olvidarse de la historia de amor entre los dos protagonistas en determinados momentos del film para caer en un saco roto por varios agujeros (la relación con el chico y su amigo, las fiestas continuas de los policías, etc.). 

La cinta de Ira Sachs navega entre dos aguas, en un océano de indefinición que lastra la propuesta, a caballo entre dos géneros muy marcados. El amor es extraño consigue un calado muy menor del que podría haber alcanzado, aunque el film se mantiene algo más elevado gracias a las interpretaciones de una Marisa Tomei sobria y eficaz y un John Lithgow entre lo cómico y lo patético.

'French women', liberté, egalité, frivolité

Crítica publicada en Esencia Cine


Histérica y frívola. Estas dos podrían ser perfectamente las palabras que se le ocurriesen a cualquier espectador –los habrá que piensen todo lo contrario, claro– que se acercase a French Women. La ópera prima de Audrey Dana juega con los clichés propios de la guerra de sexos más tradicional y desgastada para completar una comedia superficial y vacía.

Desde el comienzo, en un prólogo que juega con una caricatura burda y grotesca, Audrey Dana se regodea en un tipo de feminidad muy concreta y evidenciada por los comportamientos de sus personajes. La dirección actoral regala un compendio de gestos exagerados y rostros llevados al límite a través de los que Dana se circunscribe a la comedia a través de la hipérbole gestual y de la caricatura. 

Con una serie de momentos en los que la figura del hombre parece algo demonizada a través de infidelidades, secretos de doble cara y comportamientos extraños, French Women parece concluir finalmente un mensaje conciliador –al fin y al cabo, sólo es comedia, parece querer dejar claro la actriz metida a directora– en un último discurso que parece “defender” a los hombres que antes ha desfigurado la propuesta en varias situaciones.


Queda en el aire, y provoca rabia, el desarrollo del personaje más interesante de la película. La joven Adeline es, sin duda, el personaje al que se atisban unos pliegues más sustanciales bajo la capa de superficialidad que rodea a las doce mujeres de la película. Entre tanto, la pamplina se sucede junto al chascarrillo banal y el humor –supuestamente– políticamente incorrecto que predomina en la cinta. 

French Women es un compendio de mujeres al borde de un ataque de nervios; y al borde de provocárselo al espectador, que asistirá desconcertado ante la cadena de despropósitos que dispone Audrey Dana hasta llegar a un forzadísimo flashmob final–últimamente parece obligatorio. Es difícil descifrar si la intención de la directora era esbozar un retrato de la mujer contemporánea a través de su decena de personajes; igual de complicado es imaginar que alguna de las mujeres que vean la película, más allá de la caricatura y el sarcasmo que la barnizan, se sientan identificadas con ninguno de los modelos.

'El amor es extraño', entre dos tierras

Crítica publicada en Esencia Cine


Mala leche. Dicho así suena mal, pero a veces, en la dosis necesaria, y para temas concretos, es completamente pertinente. Mala leche es lo que le falta a la última película de Ira Sachs, El amor es extraño, que parte de una situación profundamente injusta para dejarla en standby y no volver a ella apenas en dos ocasiones.

Cuando Ben y George, una pareja que mantiene una relación de 39 años, pueden por fin casarse en Nueva York (con la legalización del matrimonio homosexual en 2011), la vida les da varios vuelcos. El primero, evidentemente, en forma de enlace matrimonial; pero posteriormente George es despedido de la escuela católica en la que enseña música y la pareja tiene que abandonar el piso en el que viven y mudarse con sus familiares. Su vida ha cambiado por completo. 

El jugoso punto de partida esbozaba una película con tintes sociales y de denuncia, pero el film termina por quedarse en una tierra de nadie entre la comedia y el drama. Ira Sachs se basa en la introducción de elementos que perturban el orden en un entorno. George (Alfred Molina) es acogido por una pareja de policías gays, mientras que Ben (John Lithgow) pasa a vivir en casa de la familia de su sobrino. En ese momento, los dos se convierten en elementos extraños dentro de un ecosistema con un funcionamiento adquirido.


A partir de entonces las reflexiones –demasiado ligeras y superficiales– sobre lo que significa estar fuera de lugar, la adaptación, propia y ajena –en este sentido resulta muy interesante el papel de Marisa Tomei–, y la nueva vida separados, se sucederán una tras otra y engranarán con unos toques de humor que no terminan de engrasar en el mecanismo cinematográfico de El amor es extraño

Ira Sachs propone un film interesante, basado en un tema espinoso, que desaprovecha y navega en un océano poco profundo. Una película que goza de la misma simpatía y amabilidad como poca trascendencia, en la que el buenrollismo fagocita la posibilidad de establecer una denuncia ante un tema que la merecería, pero que sin embargo tampoco brilla por su comedia. Sí lo hacen, y esto es lo verdaderamente destacable del film, los tres intérpretes principales: John Lithgow, Alfred Molina y Marisa Tomei.

05 noviembre 2014

'Mapa emocional de Tánger', memorias tangerinas

Crítica publicada en Esencia Cine


“Muchas veces pienso que Tánger era un estado de ánimo que, probablemente, se instaló para siempre en esa parte un poco fantasmal de la memoria en la que algunas personas no sabemos distinguir lo que fue verdad de lo que fue mentira”, explica Haro Tecglen sobre la ciudad tangerina. Tras ocho años de rodaje, y tres de montaje, se estrena en Cineteca el documental de José Ramón da Cruz Mapa emocional de Tánger, que recoge esas impresiones de los que habitaron Tánger en su época de mayor esplendor cultural, social y, haciendo uso del título, emocional. Una ciudad con cierta magia, con un halo misterioso, que queda retratada a través de las palabras de las gentes que poblaron sus calles, su playa, sus cafés…

Casi todos los entrevistados confluyen en la idea de la diversidad cultural y de la libertad que se respiraba en Tánger en su época allí. Una libertad casi utópica que convirtió a la ciudad marroquí en un espacio liberal, en el sentido más amplio de la palabra, en la que confluían multitud de pensamientos, ideas y formas de ver la vida y vivirla. “Había mezcla, pero no amalgama”, recuerda una de las protagonistas cuando habla de su Tánger. Porque eso es lo que refleja José Ramón da Cruz; el cineasta no da una visión única de aquel Tánger, sino que permite a cada entrevistado recrear su propia ciudad a través de los recuerdos.


En Mapa emocional de Tánger, proyecto cuyo primer montaje duraba ocho horas, el director hace prevalecer a los testimonios por encima de las imágenes. En sus palabras, la huella física (en este caso se podría hablar de imágenes) nunca fue lo importante, que sí lo era la huella emocional (esas personas que hablan desde su memoria). Bien lo sabe Da Cruz, tangerino de nacimiento –volvió a España con ocho años– y por eso permite que la ciudad se vaya recreando a través de las palabras de los que la evocan. 

Muchas son las figuras, los nombres, que aparecen a lo largo del film; muchas son las personalidades que residieron en Tánger (Goytisolo, el matrimonio Bowles, Capote y un largo etcétera), pero sin duda una figura sobresale por encima del resto. Emilio Sanz de Soto fue un agitador de todas las “intelectualidades” que se daban cita en Tánger; un escritor sin obra, un intelectual que juntaba al resto de intelectuales en torno a sí, cuya figura recuerda a la de Pepín Bello para la generación del 27. 

José Ramón da Cruz, también videoartista –se nota esta disciplina en algunos de los interludios visuales que acompañan a la narración–, se reconcilia con su memoria a través de los recuerdos de otros. El cineasta crea con ello una especie de mapa intelectual y emocional de Tánger, de ese Tánger del pasado, evocador, casi mágico y único; un documental poético y lírico que ayuda a comprender cómo el pasado juega con la memoria y cómo ésta a la vez puede construir –reconstruir, más bien– el mismo.

03 noviembre 2014

Carlota Frisón: el cine, las emociones y las palabras

La primera vez que hablé con Carlota me comentó sus impresiones sobre la película de Alfonso Cuarón Gravity. Ella acababa de verla y comentaba lo que ese film le había provocado. El silencio, la ingravidez, el cómo los personajes y la cámara flotan por el aire... Hablaba con tanta pasión de ello que podría haberme quedado horas escuchándola. En su voz se percibía amor por el cine, sin más. De hecho, su comentario acabó por gustarme más que la propia película.

Fotografía por Vanessa Montero. www.carlotafrison.com/portafolio
Con el tiempo y la confianza descubrí que Carlota Frisón reside en el cine y que el cine reside en ella. Además de ser actriz, Carlota dirige cortometrajes y es investigadora. En esta entrada me voy a centrar sólo en su faceta como cineasta y en sus tres cortometrajes, pero aquellos que quieran saber más sobre ella lo pueden hacer en su página web, donde encontrarán toda la información relacionada con su trabajo. 

En sus trabajos como directora y guionista hay una temática que se repite con diferentes resultados: la importancia de las palabras y las emociones. Sus cortometrajes son:

Emociones vigiladas

Considerado como el 2º mejor video en el contracampo de Pantalla Vigilancia, perteneciente a la exposición Pantalla Global, organizada por el CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona) entre el 24 de enero y el 28 de mayo de 2012. 

Para los videos participantes se pedían dos requisitos: una duración máxima de dos minutos y que la temática reflexionase en torno al mundo en el que vivimos, en el que las pantallas se han instalado como un elemento cotidiano más. Carlota Frisón entregó este corto, que dispone perfectamente los elementos con los que juega y hace un uso destacable del fuera de campo.


Poros abiertos

"Deliberé cómo convivir con el leer, el gozar leyendo, el disfrutar, cómo respirar la locura inmanente de lo vivo, de lo muerto, de lo vomitivo, cómo las preguntas que poco a poco provocan continuar, encadenar un libro tras otro favorecen ensanchar, quizá, el contorno del lector", explica Carlota en su descripción de este trabajo.

En Poros abiertos asistimos a un derroche de palabras, un cruce de lenguajes (el lenguaje literario y el cinematográfico) y una reflexión sobre la fuerza de lo que decimos, y también de cómo lo decimos, y cómo ejerce un poder de reinvención sobre la propia realidad.

Frisón sitúa la cámara en una librería y deja que persiga naturalmente la conversación de los personajes. Mientras tanto, reivindica la propia palabra como motor de cambio, mientras su objetivo se desliza (algunos planos son bellísimos) por el espacio con una elegancia y una sutilidad dignas de mención. Técnicamente imperdible, Poros abiertos entreteje multitud de reflexiones muy actuales (y no tan circunscritas al tiempo) y deja ver una gran dirección de actores.


Con mi nombre

Un espacio reducido, cuatro actores, una cámara y una idea potentísima detrás de todo. Con mi nombre vuelve a jugar con la importancia de las palabras para inventarnos el mundo. En este caso, Carlota Frisón plantea un interesantísimo "juego del otro" en el que todos quieren jugar a ser otra persona y nada es lo que parece.

El movimiento de cámara reflexiona sobre lo circular de la impostura, que suele acabar volviendo en nuestra contra. Las máscaras, el vaivén de la vida y esa necesidad de ser únicos quedan enmarcados por el uso de la steadycam, que plasma perfectamente ese tambaleo que existe, siempre latente, en la conversación que mantienen los protagonistas (fantástico a este respecto es el cambio de sentido del giro en el momento en el que la propia trama gira sobre sí misma).

La cineasta decide mostrar sólo algunas veces el rostro de los personajes, dejando fuera de campo sus expresiones en determinados momentos, lo que supone un total acierto que camina acorde al espíritu del propio corto: la máscara; lo que decidimos mostrar (sea o no real), y lo que no.


Estos son los tres cortometrajes dirigidos y escritos por Carlota Frisón hasta el momento. Lo visto hasta ahora me lleva a pensar que en su nombre se esconde una cineasta de futuro. Espero que tenga las oportunidades necesarias para llevar a plasmar todas sus inquietudes, que (y eso sí que puedo asegurarlo de primera mano) son interesantísimas.

Fotografía por Vanessa Montero. www.carlotafrison.com/portafolio
Para más información: www.carlotafrison.com