Crítica publicada en Esencia Cine
Antepongo al escribir esta crítica que no he leído la novela de John Green que la inspira y que por lo tanto sólo, exclusivamente, hablaré de los méritos de la película dirigida por Josh Boone. No hará falta que os diga que la película trata de una adolescente diagnosticada con un cáncer fatal que conoce a otro joven con igual suerte. A estas alturas, habréis visto el cartel, tráiler y/o anuncio de la película (y el libro reeditado) innumerables veces.
En 2012 se publicó en España el libro póstumo de Christopher Hitchens, Mortalidad, en el que describe su enfermedad y reflexiona sobre la idea de la muerte con total naturalidad y, por momentos, humor. El tono cínico que siempre caracterizó al analista se adueña en seguida de sus páginas. Bajo la misma estrella (la película, ya saben) parece que quiere empezar, salvando las distancias, con un tono de cinismo y sarcasmo parecidos, pero pronto se diluye.
La cinta comienza con una sucesión de chistes, bromas y momentos cómicos para después caer en el más profundo de los melodramas, donde todo lo anterior no tiene ya cabida. El gran problema de Bajo la misma estrella es que adolece de una indefinición profunda desde su principio hasta sus créditos. Boone no consigue darle un tono homogéneo a la película, que siempre está pendiendo en un punto de desconcierto un tanto tramposo.
La colección de frases, entre positivas y profundas, acompañadas de una jerga médica innecesaria para la historia, que sólo consigue despistar al espectador, deja paso a un melodrama pretendidamente lacrimógeno. Todo está pensado para provocar el llanto. La música (una playlist para ponerte en bucle en el peor de los días de tu vida), las frases de los protagonistas (siempre elocuentes), los giros del guión… Absolutamente todo. Y una cosa es provocar el llanto de forma natural y otra buscarlo constantemente, casi obligando al espectador a que llore.
Bajo la misma estrella es una cinta previsible en todos sus movimientos. Los giros del guión están tan telegrafiados que cualquiera que haya visto tres películas conseguirá adivinar lo que va a pasar varias escenas antes de que suceda. Josh Boone ha creado un aparato perfecto para el lucimiento de su protagonista, una Shailene Woodley que está brillante en un papel que se antoja difícil de llevar a cabo.
Sin embargo, tal vez sea ella lo único que termina de funcionar en la película, que nos regala unas cuantas dosis de drama y llantina facilona. La película no deja de ser la historia romántica de dos adolescentes, sí, y por momentos se adentra por ese camino, dejando a un lado sus difíciles circunstancias, pero en seguida retorna al dramatismo, sin permitir que el público se enjuague siquiera las lágrimas.
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