Crítica publicada en Esencia Cine
Los clichés sobre películas deportivas se suceden uno tras otro en La batalla del año. El último título de Benson Lee reúne todo lo que ya hemos visto en las últimas décadas: charlas de motivación, grupos rebeldes que acaban por formar equipo, entrenador problemático-alcohólico que busca una redención para reiniciar su vida…
El director utiliza la excusa de la Battle Of The Year (BOTY), acontecimiento anual que reúne a los mejores b-boys (gente que baila breakdance) del mundo, que representan a sus países en el mundial de breakdance. La idea de un magnate del hip hop de recuperar la hegemonía perdida en favor de otros países como Francia, Corea del Sur o Alemania (hay que recordar que el lugar de nacimiento del hip hop fue las calles de Estados Unidos) le lleva a buscar ayuda en un antiguo amigo, cuyas circunstancias le han golpeado, un ex entrenador de baloncesto, antiguo b-boy, al que da vida Josh Holloway (Perdidos).
Si existe una virtud destacable en La batalla del año es que el cineasta se circunscribe a un terreno que conoce y domina. Ya en el año 2007 produjo y dirigió el premiado documental Planet B-Boy –con mención especial en ésta–, que analizaba el movimiento desde la perspectiva de la BOTY de 2005. Se agradece su conocimiento a la hora de plantear las batallas, coreografías, rivalidades (seguramente alguien que no estuviese enterado no hubiese situado a Corea como gran rival a batir), los puntajes y las mecánicas de competición.
Sin embargo, la película resulta fallida en todo lo demás, desde un guión excesivamente telegrafiado (con la salvedad de un breve giro final que rompe por unos segundos la previsibilidad) hasta unas interpretaciones mediocres y bastante olvidables (como la del rapero Chris Brown, nominado por su papel a los premios Razzie). Por si fuera poco, la decisión de convertir la cinta en un catálogo comercial de Puma, MTV, la propia Sony (productora y distribuidora internacional del film) y otras, resulta, como poco, debatible.
La batalla del año supone, por tanto, un acercamiento al b-boying que utiliza la plantilla clásica, mil veces utilizada, de los acercamientos cinematográficos al deporte. El espectador puede tener la sensación de haber visto la misma historia mil veces antes. Y podrá verla mil veces después, pues en la memoria tiene una caducidad muy corta.
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