27 mayo 2013

Agur, San Mamés

Que el fútbol cada vez se aleja más de la cultura popular para convertirse en espectáculo de masas es más que patente. No creo que nadie tenga dudas de que esto es así. El fútbol moderno, el fútbol negocio, el fútbol en el que lo que menos importa es el fútbol. 

Nunca he visitado San Mamés y es algo de lo que, seguramente, me arrepentiré como futbolero. Anoche mientras veía la ceremonia que tuvo lugar tras el último partido sólo pensaba que aquello era la certificación de que el fútbol moderno ha ganado. Mientras, un anciano, representante de tantas y tantas generaciones, aplaudía envuelto en lágrimas y en su bufanda rojiblanca. Cien años de historia se terminaban anoche. Aquella era la última vez que iban a salir de ver a 'su' Athletic en San Mamés.


"El Athletic lo necesita", "el cambio es más que necesario" y frases por el estilo han sido las más utilizadas este año con respecto al cambio de estadio. El nuevo estará justo al otro lado de la calle, de hecho compartirá uno de los fondos del antiguo San Mamés, el del mítico arco, pero no es la distancia lo malo, y sí el propio cierre del viejo estadio. Como cuando cierras la puerta de casa y la abandonas para ir a otra.

San Mamés ha sido el único estadio que ha visto todas sus temporadas la Primera División. Por lo que me cuentan quienes sí lo han visitado, allí se respira fútbol. Con el cierre se pierde sabor añejo, de fútbol de verdad, del de toda la vida. Porque, sí, señores, hubo una vez en que el fútbol fue popular, aunque ahora suene utópico.