Crítica publicada en Esencia Cine
The extraordinary tale es una rara avis en casi todos los sentidos. Escrita por José F. Ortuño y dirigida por él mismo junto a Laura Alvea, ambos españoles, ha encontrado hueco en el circuito internacional (se estrenó en Estados Unidos el 10 de julio) antes que en España. Protagonizada por dos actores que entremezclan nacionalidades: Aida Ballman, canaria de origen alemán, y Ken Appledorn, norteamericano afincado desde hace muchos años en Sevilla; el idioma en el que se ha rodado ha sido el inglés. Y, por si fuera poco, la película es una rareza en sí misma, tanto narrativa como visualmente.
Bordeando los límites del realismo mágico, ese que tan bien pintó Gabriel García Márquez en su obra ya inmortal, la película se sitúa en su totalidad en dos habitaciones de una casa, en la que vive una chica. Sus problemas para comunicarse le llevan a escribir numerosas cartas a desconocidos con el deseo de que alguien le conteste y puedan llegar a conocerse. De esta forma llega él, un hombre con el que en seguida conecta y con el que comenzará una vida en común, tan apasionante como claustrofóbica.
El guión de Ortuño reflexiona con una buena pizca de mala baba sobre los problemas de incomunicación de nuestra sociedad (brillante resulta el hecho de que se comuniquen a través de una máquina de escribir en una suerte de símil con aquellos que sólo saben comunicarse vía móvil), las incompatibilidades del mundo laboral y la familia o el tedio en el seno de la pareja según avanza el tiempo.
Con un planteamiento interesante, y dos interpretaciones maravillosas en unos papeles muy especiales, la película discurre entre lo absurdo y lo metafórico. Todo son símbolos en esas dos habitaciones: la comida, las conversaciones, las cartas o el niño. Y esas alegorías son la vía central de desarrollo de la película, con el desconcierto que eso ocasiona en determinadas ocasiones.
El espacio juega un papel primordial en el film; apoya la sensación de agobio y encerramiento de los protagonistas, y contribuye a que la cinta pueda llegar a ser, incluso, demasiado agobiante. A todo esto se suma la decisión de los cineastas de hacer gritar a sus personajes en demasía.
La estética, un cruce entre Amelie y una remembranza de Wes Anderson, sobrecarga el espacio de colores y el guión de frases inconexas y miradas singulares. En The extraordinary tale la forma está muy por encima del contenido, a pesar de tener éste un trasfondo muy interesante y con mucho más potencial de desarrollo. Es una de esas obras en las que lo formal fagocita el mensaje, tanto que, con el paso de los meses, probablemente se recuerde más el cómo que el qué de la misma. Y ahí radica su principal problema: si te atrae su aspecto y su fachada, bien; si no, igual nunca entras en la historia. Pero merece la pena darle un hueco y una oportunidad, aunque sólo sea por su valentía y extravagancia.
0 comentarios :
Publicar un comentario