Crítica publicada en Esencia Cine
Se suele hablar del espejo negro para hacer referencia al reflejo que queda los segundos posteriores a que apaguemos la multitud de pantallas a través de las que nos relacionamos en la actualidad. El teléfono móvil, la Tablet, la televisión, el ordenador… las pantallas negras han tomado una relevancia en nuestra vida que era impensable hace años. Vigalondo incorpora este auge de las pantallas a su nueva película, Open Windows, con un sorprendente e irregular resultado.
Tras un prólogo tan desconcertante como lúcido, el cineasta nos adentra en la historia de un tipo (Elijah Wood) que va a cumplir su deseo de cenar con la actriz del momento (Sasha Grey). En cambio, en el último momento recibe la llamada de un hacker tremendamente hábil que le informa de la cancelación de la misma por parte de la estrella. A cambio le ofrece acceso a todas las cámaras de los dispositivos de la actriz (móvil, ordenador, cámaras de vigilancia del hotel…). Evidentemente, nada podía ser tan idílico y el protagonista se verá envuelto pronto en un juego macabro de secuestros, ajustes de cuentas y violencia.
Vigalondo realiza una reflexión sin tregua sobre las posibilidades de internet, los peligros de la sobreexposición y la fama en una cinta que no da tregua ni un momento. Open Windows está narrada a través de las pantallas; la cámara va de una escena a otra, pero sólo se mueve en el terreno comprendido por el portátil. La narración a través de las cámaras, videollamadas y mensajes permite generar una tensión que va in crescendo y no permite apartar los ojos de la pantalla.
El director se sirve de la gamification para desarrollar su trama e implicar al espectador en el avance de la misma. A través de primeros planos (siempre a través de las cámaras y las pantallas), de recorridos sobreimpresionados y recompensas, por momentos el protagonista de la película toma el punto de vista de que los que están viendo el espectáculo (o al revés). En este sentido, Open Windows reúne los mecanismos de desarrollo de videojuegos como Watchdogs y los argumentos y postulados de series como, por ejemplo, Black Mirror. La miscelánea de géneros hace transcurrir la película del terror (con un villano que, hacia el final, recuerda por un momento al de la saga Saw) al thriller vertiginoso, con el alivio de los puntos cómicos y sarcásticos y mucha, muchísima, acción.
Open Windows es un buen ejemplo de la inclusión de las tecnologías de la información en el cine. Cierto es que al final, entre tanto giro, la película se enreda un poco y pierde algo de fuerza, pero el conjunto y el mensaje que subyace tras el mismo hacen que sea perdonable. Vigalondo ha firmado una película muy recomendable sobre el papel de las tecnologías cuando caen en manos equivocadas. Un juego violento de identidades con un guión solvente, giros inesperados y una música tan adecuada como irritante como la que componen los Suicide.
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