Crítica publicada en Esencia Cine
“Soy un artista. Tengo libertad de expresión”, ha aclarado el director Abel Ferrara en diversas entrevistas a propósito de la polémica que ha envuelto a Welcome to New York. La aclaración no es la única por parte del cineasta, ya que la película viene precedida por una serie de advertencias sobre su estatus de obra de ficción y su amparo en la legalidad, además de un prólogo en el que Depardieu aparece declamando su animadversión al personaje y justificando su interpretación.
Preguntado por la polémica que ha suscitado la cinta, Ferrara defendió la libertad del creador en declaraciones a Reuters TV en el marco del festival de Cannes. “Soy de Estados Unidos, soy del país de la libertad, la tierra de los libres y el hogar de los valientes”. Y valentía, desde luego, es lo que no le falta a la hora de abordar este film.
El estadounidense reconstruye el escándalo que envolvió a Dominique Strauss-Kahn, cuando era presidente del FMI, con todo lujo de detalles y sin ningún tipo de pudor. Desde las primeras escenas, con un espléndido Gerard Depardieu totalmente fuera de tono, el personaje es presentado en el centro de orgías sexuales, desfases alcohólicos y fiestas descomunales en habitaciones de hoteles, que perfectamente podrían igualarse a las del Jordan Belfort de Scorsese.
Respaldado por un ritmo narrativo pausado, algo tedioso por momentos, Abel Ferrara consigue hacer un retrato del personaje (que por momentos parece hacerse extensible al corrillo patético que lo acompaña), de sus adicciones y sus consecuencias. El soberbio trabajo de Depardieu consigue el aparente propósito del director: un personaje peripatético, cínico y egoísta, que, movido por su adicción al sexo (como él mismo llega a reconocer), llega a ser repulsivo y provocar asco en el espectador.
Ferrara se sirve del talento del intérprete y de esa repugnancia constante que genera el personaje para perfilar un panorama nada cordial a pesar de los chistes con los que aligera en cierto modo la propuesta. La sátira es dura, rocosa, aunque por momentos ni siquiera caricaturiza y escupe veneno contra un personaje al que eleva y lanza al vacío de forma tosca y por momentos aderezada con una violencia latente. Lo desnuda (a veces literalmente), lo desviste de toda nobleza y lo condena al patetismo absoluto a través de sus propios actos.
Nada hay simpático en Welcome to New York más allá de la canción con la que se inicia. Ferrara se vale del cine como arma política, como elemento de denuncia y provocación, para crear una película fantástica que tiene en la excesiva dilatación del metraje su principal y único problema. El tándem formado por Abel Ferrara y Gerard Depardieu funciona a la perfección, escudado por una secundaria de lujo como Jaqueline Bisset. Con Welcome to New York nos situamos ante una producción sin complejos, decidida y valiente; una película que, sin ninguna duda, dará mucho que hablar, tanto a sus amantes como a sus detractores, que se repartirán en números iguales.
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