Crítica publicada en NoSóloGeeks
En el terreno de la ciencia ficción, tanto literaria como cinematográfica, uno de los temas más interesantes, por su infinidad de pliegues y lecturas, ha sido siempre el de la robótica y sus límites. The machine, película independiente dirigida por el novel Caradog W. James, recorre y retuerce esos límites y otros más. La obra del cineasta galés flirtea durante todo su metraje con las difusas fronteras entre la inteligencia artificial y lo puramente humano.
En un futuro distópico, en apariencia no demasiado lejano, Gran Bretaña y China viven enfrascadas en un continuo de hostilidades. La guerra fría entre las dos potencias es tal que el Ministerio de Defensa británico encarga a un grupo de científicos, comandado por el protagonista, Vincent, la creación de un supersoldado cibernético para preparar la guerra que anuncian próxima. Para ayudarle en su labor llegará Ava, una experta en el campo de la inteligencia artificial, justo antes de que un fallo en uno de los sistemas –y un ataque– complique la investigación.
The machine reflexiona sobre las inteligencias artificiales, sus límites, sus metas, las posibilidades de su desarrollo y sus consecuencias. Sin eludir en ningún momento los temas delicados, James conjetura sobre todo ello apoyándose en la relación que se establece entre Vincent y un robot que posee la expresión facial y un calco del cerebro de su compañera. La posibilidad de la sustitución planea sobre los dos personajes –el real, Vincent; el no real, el androide– durante todo el film. ¿Cuándo se puede considerar que hay vida? ¿Cuándo no? La filosofía, por momentos demasiado abrumadora, ocupa un importante compartimento en la totalidad de la película.
El problema de la inteligencia artificial da paso a una amalgama de ideas filosóficas que rodean toda la cinta. Desde la sustitución y los límites de la existencia “artificial”, ya citados, hasta la determinación de la vida, las consecuencias de una sobre experimentación o, incluso, el tratamiento de los prisioneros de guerra. Todo tiene cabida dentro de la película. Se desliza, además, la utilización de la informática (y los ciborgs) para tratamientos médicos e incluso como remplazos de personas. Por momentos el planteamiento de The machine se asemeja a aquel capítulo (2x01) de Black Mirror en el que una mujer adquiría una copia a escala –y viva, claro– de su novio fallecido.
La sobreabundancia de planteamientos metafísicos priva a la relación entre los protagonistas de un recorrido más amplio y extenso. Y, en cierto modo, se echa en falta. Desde los primeros compases se intuyen vínculos entre Vincent y la versión ciborg de su ayudante; sin embargo, nunca se llegan a desarrollar, ya que la cinta se centra más en esos planteamientos filosóficos y humanistas. No obstante, las escenas en las que Tobey Stephens (Black Sails, Jane Eyre, Muere otro día) y Caity Lotz, solvente en sus dos registros, comparten pantalla alcanzan un aura distinta al resto de la película.
The machine es una obra reflexiva que deja caer muchos mensajes, en múltiples direcciones, y que permite al espectador hacer su propio juicio sobre dónde situar los límites. La ópera prima de Caradog W. James proporciona tensión, acción y momentos de cierta tregua casi a partes iguales. Con un ritmo que nunca decae, una dirección ágil y una fotografía grisácea –que casi evoca algo metálico–, The machine es un híbrido muy coherente entre la ciencia ficción más clásica y literaria, de la que se perciben muchas referencias, y el thriller de acción y tensión más frenético. Sin duda, una ópera prima muy destacable.
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