23 octubre 2015

'Hotel Transilvania 2', la aceptación del monstruo

Crítica publicada en Esencia Cine


La obsesión por etiquetar planea sobre todo el metraje de Hotel Transilvania 2 de la misma forma que lo hacía en su precuela. Tras la aventura de la primera entrega, que concluía con la eliminación del taxativo “solo para monstruos” mediante el que se regía el establecimiento, Genndy Tartakovsky sitúa en el centro de la segunda entrega la obsesión de Drácula por la ausencia de vampirismo de su nieto, que se acerca a los cinco años, edad límite para que salgan los colmillos.

Tras un prólogo en el que la historia de Mavis y Johnny avanza a ritmo vertiginoso y se constituye en una nueva familia, el director se centra en el viaje de Drácula y sus locos secuaces para, aprovechando la ausencia de su madre durante unos días, tratar de forzar el vampirismo del pequeño. Más allá de la evidente propuesta familiar se vuelve a esconder un mensaje sobre la aceptación de cada uno como lo que es y sobre el absurdo que suponen las etiquetas en la sociedad actual.


El guión de Adam Sandler y Robert Smigel se mueve constantemente entre los toques de humor (algunos muy estimulantes, como la obsesión del mundo por el parque temático o la tendencia al selfie y la relevancia adquirida de YouTube) y la propuesta familiar cargada de concesiones al espectador infantil. Además, entre guiños y trama, aparece un cierto mensaje sobre las nuevas tendencias educativas, que se hace patente en el tramo del campamento y en la sobreprotección de la madre con el niño que avanza paralela al desarrollo del film.

La propuesta cuida algo más la construcción de la historia que en la primera entrega y, sin embargo, se encasquilla como no ocurría en aquella. A Hotel Transilvania le sienta mejor la sucesión de bromas y guiños cinéfilos que la ligera elaboración a la que se somete en esta segunda película. Sin embargo, a pesar de mostrar ciertos síntomas de agotamiento en la fórmula, el film consigue sobreponerse bien, fundamentalmente gracias a lo agradable que resulta en pantalla y al ritmo de la narración, que coquetea siempre (ya lo hacía la primera entrega cuando llegaba Johnny al hotel) con la fascinación que despiertan los monstruos y el terror sobre los humanos. A pesar de que Drácula se empeñe en continuar con la senda clásica, los monstruos ya no asustan como antes.

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