Crítica publicada en Esencia Cine
La música atraviesa de principio a fin El coro (Boychoir, François Girard, Estados Unidos, 2014). Pocas secuencias prescinden del acompañamiento musical, y en las que sí lo hacen, a menudo se puede escuchar el tintineo de esos adornos que se colocan en las puertas del hogar para que resuenen al abrirse estas. Se puede interpretar la película como un canto a la música que funciona a través de encadenados, tanto en el propio sonido como en la imagen. Esa es la herramienta de transición, algo reiterativa, que utiliza el director para pasar de unas secuencias a otras y dotar de continuidad al film; además del sonido de los ya citados “llamadores de ángeles”.
François Girard se acerca a los códigos melodramáticos para narrar la historia de un joven de clase baja que, gracias a su impresionante voz, ingresa en el Coro Nacional de Estados Unidos en uno de sus viajes para reclutar nuevos talentos. De esta forma, el director se permite la posibilidad de establecer un cierto retrato de la burguesía elitista, a través de las familias y el propio colegio y las estrictas normativas a las que se sujeta.
No obstante, más allá de situarse en un coro de niños, el guión de la película se ajusta a la perfección al modelo de películas de universidad. Lo que en aquellas sería el equipo de rugby aquí es el coro. Coexisten en el desarrollo del film la clásica pelea de capitanes con amenaza de expulsión del equipo –en este caso las dos voces líderes, que pelean por alzarse con el papel principal en la gran actuación– y el reto del año, que en aquellas era la final del campeonato y aquí la exhibición en Nueva York. Pero no solo eso. El coro también dispone de una figura dominante e influyente, cuyos criterios de enseñanza son duros y difíciles para los críos. Se trata de Dustin Hoffman, que aquí equivale al entrenador infalible, que incluso da la manida charla a sus pupilos antes del gran evento. Todos los giros de guión y todo el desarrollo de la trama están condicionados por este tipo de cine universitario visto una y mil veces.
A pesar de todo, El coro es una película que se ve con cierto agrado. Lejos de transcender en ninguna de sus vertientes narrativas, tampoco fílmicas, la película desliza un leve mensaje en favor de la igualdad de oportunidades y la meritocracia que se escucha con interés, pero que falla en su imperiosa necesidad de total complacencia. En definitiva, François Girard ha creado una película cuyo efecto es similar al tintineo de esos adornos de las puertas: no termina de resultar estridente, pero queda lejos de ser una experiencia extraordinaria.
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