Crítica publicada en Esencia Cine
Tal vez la comunicación y el lenguaje sean dos de las aptitudes humanas más inescrutables a la razón. ¿Por qué hablamos? ¿Cuál es la razón de que los mecanismos de comunicación que utilizamos sean los que son y no otros? Decía el filósofo Ludwig Wittgenstein: “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. En La historia de Marie Heurtin Jean-Pierre Améris entronca esta afirmación con el hermetismo de la comunicación cuando esta es difícil o casi imposible. Sus protagonistas son dos: una niña sorda y ciega que llega a un asilo regido por religiosas, y la monja que la acoge e intenta convertir su imposibilidad para comunicarse en un lenguaje propio que consiga proporcionarle la vida digna que no tiene hasta el momento.
La cámara de Améris permanece atenta al gesto, a los detalles, que en la mayoría de ocasiones hablan por sí mismos. El objetivo se centra, de esta forma, en las manos, los gestos que estas hacen y en cómo ellas terminan por “hablar”. El cineasta posa su mirada sobre un cuerpo ausente de la misma y convierte el primer plano en su estilo narrativo. Ningún gesto pasa desapercibido; hasta el más pequeño movimiento adquiere una notable significancia si proviene del cuerpo de Marie.
El espacio adquiere un valor propio como entidad narrativa. No es casual que el director sitúe su acción en el interior de un centro en el cual solo dos personas son capaces de comunicarse con fluidez. Esa incomunicación reinante durante todo el metraje se traslada al espectador, que gracias a una cámara inmutable, a una mirada casi siempre fija y pausada hasta el extremo, se ve envuelto en el mismo ecosistema que sus protagonistas. A pesar de ello, no existen en el film planos subjetivos, todo se filma desde la distancia que proporcionan los ojos de un cineasta que mira, que respeta, que observa sin llamar la atención a quien no puede hacer lo propio.
Poco a poco, la obra se instaura como una reflexión sobre la comunicación, el lenguaje, y la facultad de “evolución” que poseen. Y sobre los límites que imponen sobre la persona. Améris se sirve de una técnica parca (pocos movimientos de cámara, predominancia del plano fijo, escaso uso de la música e incluso ausencia de palabras en la mayor parte del film) para trasladar la propia parquedad del universo que retrata, que no es otra que la del centro de acogida. Sin embargo, envuelto en todo ese silencio se alza una voz, la de una mujer que personifica un poderoso esfuerzo en favor de los excluidos. Una mujer que, incluso consciente de lo difícil de su empresa, no duda en seguir adelante con ella y sacrificar su tiempo en el terco aprendizaje de Marie.
La historia de Marie Heurtin establece un elaboradísimo discurso sobre el lenguaje y su influencia sobre la condición humana. Bajo su ritmo lento y pausado se esconde un cineasta que centra toda su atención en el gesto, y que entiende que el lenguaje y la comunicación, en la mayoría de ocasiones, no se componen exclusivamente de palabras.
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