Crítica publicada en Esencia Cine
Quizás se tenga en mente la imagen de las ovejas como uno de esos animales que representan la pasividad, la tranquilidad y el poco espíritu de lucha. Quizás por eso se tiene la visión del ser humano contando ovejas para dormir. “Si se dejan contar tan fácilmente, no serán muy rebeldes”, se puede pensar. Por eso, tal vez, sorprenda más el espíritu aventurero de la oveja Shaun, protagonista del film de idéntico nombre dirigido por Richard Starzak y Mark Burton, pertenecientes al estudio que creó Wallace and Gromit (Nick Park, 1989-?) o Chicken Run (Nick Park y Peter Lord, 2000).
En La oveja Shaun existe una mutación sobre la leyenda de contar ovejas: son ellas las que, a través de esa y otras tretas, controlan al ser humano, mucho más manso a la hora de la verdad que ellas. La película es un alegato de la independencia y la aventura desde que el protagonista se lanza a la búsqueda de su granjero por la gran ciudad hasta el último de sus planos. Burton y Starzak han creado un producto visualmente atractivo y narrativamente interesante; además, la idea central desarrolla una de esas obras divertidas e instructivas que no tienen en cuenta el rango de edad de su público.
Gamberra, irreverente, actual (muy destacables sus bromas y guiños a momentos de la contemporaneidad) y con el claro sello de los estudios Aardman, La oveja Shaun se anuncia como una de las propuestas más llamativas en la ficción animada de los últimos lanzamientos. Y también en lo que se refiere al apodado cine familiar. Por si fuera poco, su personaje encarna a la vez la ternura y la rebeldía de los grandes héroes del género. Tenemos Shaun para rato. O eso parece. Y bienvenido sea su aire fresco.
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