Crítica publicada en Esencia Cine
La sobriedad gobierna Convicto desde la primera secuencia hasta la última. David Mackenzie filma el entorno carcelario a través de una puesta en escena que se desarrolla desde la ausencia de alardes técnicos y narrativos. El cineasta procura otorgar a su cámara la menor visibilidad posible; y lo consigue. Los personajes que se encuentran en la prisión a la que entra el protagonista (un lúcido Jack O’Connell) deambulan por sus corredores y despliegan su amalgama de relaciones internas ante la atenta e incorpórea mirada del director.
Sin embargo, y aunque tampoco es totalmente cierto, Convicto no es un drama carcelario al uso. Posee sus tics, sí, es inevitable; pero aquello en lo que pone su foco el cineasta británico no es precisamente el entorno y sí la relación paterno filial que se instituye entre el protagonista y su padre, preso en el mismo módulo. Será él quien le ayude a establecerse allí, a controlar los mecanismos por los que se rige la prisión, a entablar amistades o relaciones de conveniencia o a no hacerlo con quien no debe. En definitiva, a solventar su tiempo entre rejas de la forma más plausible.
Todo tiene lugar a través de un notorio uso del silencio. En Starred Up (título original del film) la acción ocurre mientras parece que todo está en calma y solo sube la tensión. El ultra violento protagonista asiste a un grupo, pelea varias veces, es aislado y comienza a recibir el consejo del padre y la sensación es de que apenas ha pasado nada. Mackenzie así lo decide y con ello transmite algo del “tiempo muerto” que dispone ese viciado entorno, al que nunca olvida pese a situar a las personas encima en su escala de prioridades narrativas.
Convicto toma el drama carcelario y lo convierte en una especie de revestimiento de las tragedias clásicas. Todo adquiere una enorme intensidad en una historia que conduce la mano de Mackenzie, que dosifica y alterna perfectamente los momentos de cierta sensibilidad con los de mayor violencia (mostrados por otra parte sin ningún tipo de analgésicos). La pareja formada por Jack O’Connell y Ben Mendelsohn, sobre todo el primero, con un repertorio de gestos y una actuación corporal brillante, engrandecen un drama psicológico absorbente y graduado a conciencia por un autor que entiende que su papel no es hacerse notar, sino distanciarse para filmar la crudeza desde la sombra de lo real.
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