17 abril 2015

'E Agora? Lembra-Me', kinoterapia avanzada

Crítica publicada en Esencia Cine

Nada hay tan íntimo como un diario personal, esa memoria que, con el paso del tiempo, es casi nuestra identidad. Ni nada tan propio como la vida. En E Agora? Lembra-Me Joaquim Pinto expone ambas para dejar constancia en cámara de un año de su vida, un año de tratamientos experimentales contra el sida y la hepatitis C, enfermedades con las que el cineasta convive desde hace dos décadas. El creador utiliza sus casi tres horas de metraje para completar un analítico, extenso e interesante atlas de la enfermedad y sus variaciones.

Al principio del film la voz en off del realizador portugués se disculpa por lo abrupta que pueda resultar su película, pero lo cierto es que, tras esa forma deslavazada, sin aparente orden y con constantes idas y venidas médico-sanitarias, se encuentra oculta la verdadera forma de su realidad. Joaquim Pinto y Nuno Leonel, su marido, deambulan, van, vienen, hacen círculos busca de nuevos tratamientos; en definitiva, caminan muy lejos para acercarse un poco más a la vida. Mientras tanto, el cineasta portugués filma el proceso y establece a través de sus grabaciones una especie de diario de ruta. El cine se convierte en una terapia a través de la que exorcizar lo agrio de la cotidianeidad. “Filmar se convierte en una actividad más del día a día”, asegura Pinto e una de sus intervenciones, a lo que concluye: “no sé hablar de filmes, hablamos de vidas, de existencias.”


E Agora? Lembra-Me es la confirmación de una existencia (o, más bien, de dos), la documentación de un proceso médico, pero a la vez del proceso natural que es la propia vida de dos personas. Pinto sitúa la cámara en el centro de sus rutinas y muestra desde los aspectos más usuales, como la vida en el campo, hasta los más íntimos, como la relación de pareja. Y todo lo hace sin alcanzar, en ningún momento, un exceso de exhibicionismo. La película del cineasta luso es la metáfora del propio cineasta aferrándose a esa vida, como la libélula que se agarra al tallo en varias escenas del film (rodadas mediante un preciosista macro). La obra del portugués es un humilde canto a la naturaleza de estar vivo, una certificación personal de que la vida, al final, y a pesar de las circunstancias, siempre es y ha sido vida.

A través de su mirada, además, Pinto desliza un vistazo al mundo actual, en el que destacan algunas conversaciones sobre la religión, el sistema laboral o el negocio que se ha establecido en torno a la salud pública. La vida externa, contada casi siempre en off a través de telediarios o boletines de noticias, se funde así con la “interna”, la que se vive de puertas hacia adentro, en la que predominan los monólogos del autor en la cama, las escenas de amor y sexo de la pareja, la correspondencia que intercambia con una de sus amigas, también enferma, o las rutinas que regentan las vidas de Joaquim, Nuno y sus perros. En definitiva, la filmación de la existencia para alguien que entiende el cine como la terapia más eficaz de todas las existentes.

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