Crítica publicada en NoSóloGeeks
Es evidente que una película que incluye en su banda sonora la canción Allí estabas tú de Los Desgraciaus (sí, aquella del enamoramiento en los coches de choque) no se puede tomar tan en serio como muchos se empeñan en hacerlo. Se podría decir, aunque evidentemente no sea así, que ni siquiera su director Isaki Lacuesta parece tomársela tan a pecho. Sin embargo, tras el velo de ese mensaje, que se engloba (como no podía ser de otra manera) en la tradición de la narrativa esperpéntica, ya sea literaria o, como en este caso, audiovisual, se esconde una crítica ácida y mucho más relevante de lo que parece sobre la situación de crisis que atraviesa España.
Isaki Lacuesta despliega un estilo narrativo sobrecargado, que por momentos sobrepasa con creces los límites que establecen la zona de confort de la media de espectadores. El director se adscribe al terreno de la ridiculización constante, el surrealismo y la comedia negra, negrísima en multitud de ocasiones, para devolver una lúcida parábola de la situación actual de España y, si se quiere, por extensión, del mundo, que para algo estamos en un espacio globalizado.
Tras el leitmotiv de la dicotomía formada por dinosaurios y cucarachas, que uno de los personajes declama para justificar y perpetuar el estado de la nación (y del mundo, repito) y su división entre ricos y pobres, se esconde una mirada que tan pronto analiza desde la dependencia española de la troika y las naciones “dominantes” como parece diseccionar el ascenso (¿y caída?) de los movimientos sociales como el 15M –ese grupo protagonista en el que todas las tendencias están presentes contra el poder establecido– y políticos como Podemos. Si conseguimos adentrarnos y dejar a un lado esa predominancia del exceso, el regusto y la sensación que queda es la de no-solución, la de España como el verdadero mal endémico (no hay solución posible, somos españoles). Un mensaje, por otra parte, bastante rotundo y desalentador.
Murieron por encima de sus posibilidades aboga por la desproporción en las formas, por el esperpento como columna vertebral y por la violencia como eje central del film. Más allá del propio argumento (ese “grupo salvaje” de ex convictos que proponen una serie de “recortes” a los que mandan), el excelente monólogo central que pronuncia Albert Pla –escrito por él mismo– atestigua esa violencia latente que prende siempre en el fondo de la obra y que no es otra cosa que la desesperación de una gente sometida a situaciones casi extremas y a la que, en muchos casos, intentan hacer ver que, además, la culpa es suya (ese “por encima de sus posibilidades”). Sin embargo, pese a la latencia de ese impulso agresivo, lo que predomina siempre es una comedia negra, con fuerte presencia de la música y cercana a lo surrealista (aunque el propio cineasta asegura en declaraciones a otros medios que él no ve nada claro ese surrealismo y que en el día a día de España se dan situaciones que lo son incluso más). Una obra que tan pronto saca la carcajada como la mueca o la risa incómoda.
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