Crítica publicada en Esencia Cine
Sueño de invierno. Dicho así parece como uno de aquellos ballets rusos de tanto fuste, pero el director turco Nuri Bilge Ceylan se rodea de nieve y montañas invernales para narrar con asombrosa serenidad una historia tan sencilla y compleja como la de un hombre que se relaciona. Porque Winter Sleep no deja de ser el retrato de su protagonista y de las relaciones que mantiene –o trata de mantener con el entorno que le rodea–, ya sean de amistad, profesionales o, quizás la más áspera y delicada, su matrimonio.
Un principio pausado, en ocasiones lento, edifica los cimientos conversacionales de lo que serán las tres horas y cuarto de su Sueño de invierno. Los diálogos adquieren una intensidad dramática tal que en los momentos álgidos no permiten –casi de manera literal– retirar la mirada de lo que se está mostrando. El cineasta recarga de tensión su obra a través de la palabra y de los silencios propios de la conversación. El desarrollo psicológico de sus personajes viene dado tanto por lo que dicen como por lo que se guardan.
Poco a poco, las paredes del hotel que regenta el protagonista empiezan a sufrir la tirantez latente que se desprende de las relaciones e intercambios entre Aydin y los demás. El guión, un fabuloso artefacto cuasi teatral, tiene varios puntos álgidos, que coinciden con intercambios de palabras. Destacables son en este sentido aquellos que envuelven al protagonista con su hermana –tan duro como brillante–; con su mujer, de la que cada vez está más lejos –en un soberbio y extenso plano/contraplano–; o de la propia esposa con el inquilino que vive alquilado en una de sus viviendas, que regalan uno de los momentos más duros y tensos de la cinta.
Mientras tanto, el film del turco se llena –y nos llena– de desasosiego, incomunicación y dolor silente. “Hay formas de llorar que tú desconoces”, dice el protagonista en una de sus intervenciones. Y lo cierto es que Winter Sleep se asemeja a un lamento, a una de esas formas de llanto que aún desconocemos. Ceylan concede un quejido por la incapacidad del ser humano de mantener su felicidad, por la constatación de que el hombre es el peor lobo para el hombre. La tristeza es palpable en cada corte del metraje, pese a los desahogos cómicos que actúan como ventilador en determinadas situaciones.
El único inconveniente que se le puede añadir a la Palma de Oro de Cannes 2014 es su elevada duración, que se convierte en un obstáculo. Si el invierno –la última hora y cuarto de película– es intenso, emocional y tan penetrante que duele, el otoño que nos conduce hasta él es excesivamente largo. No obstante, con Winter sleep nos enfrentamos a una obra tan espinosa como apasionada, tan ardua como sutil, tan fría como la Capadocia, pero tan cálida como ese fuego en el que se consume la vida del lacónico personaje creado por un gran Haluk Bilginer.
Super, super, super fan de LA HERMANA. Para mi, la única que pisa sobre tierra y respira realidad. Y después de la frase "Hay formas de llorar que tú desconoces" toma plano en el cementerio. Olé. Ah, y fan también del maestro Levent. Soy Javi.
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