31 octubre 2014

'Serena', melodrama de época

Crítica publicada en Esencia Cine

Lo que parecía comenzar como un melodrama de ciertas aristas, Susanne Bier lo convierte pronto en uno de intensidad forzada y exigida. Serena comienza con una serie de elipsis musicales que, a priori, pueden anticipar un cierto empaque en la historia posterior hacia la que se acerca con ese recurso. Sin embargo, una vez llegados al punto inicial o de conflicto, la película se deja caer en un saco de inconsistencias del que le resulta muy difícil, casi imposible, volver a salir. 

Enmarcada en un terreno agreste y montañoso, las montañas de Carolina del Norte, la película de Bier cuenta la adaptación de una pareja a su nueva vida. Jennifer Lawrence y Bradley Cooper –otra vez– son los protagonistas de esta historia, que queda en tierra de nadie gracias a la indefinición constante en la que navega, pese a un correcto diseño de producción, quizás lo más destacable del film. 

La directora danesa naufraga en un mar de intensidad rebuscada a través de los primeros planos, la música y las frases de amor incondicional, tan poco creíbles como innecesarias para contar ninguna historia de afectos. La cineasta se empeña constantemente en remarcar todo eso de manera repetitiva y demasiado irreal. Después otorga la misma relevancia al conflicto de pareja y el dolor; los primeros planos, las lágrimas y la representación del dolor se suceden con brío, pero a fuerza de buscar la intensidad, lo que consigue Bier es que al espectador le cueste creerse lo que está viendo y pueda terminar más pendiente de la sobre interpretación de los actores principales que de la propia historia central.


Jennifer Lawrence se sitúa como el bastión potente de la película, ya que la cineasta se centra en mostrar una y otra vez cómo una mujer fuerte se desenvuelve con brillantez en un campo que es profundamente masculino. Empeñada Bier en resaltar y fortalecer la figura de Serena, por el contrario lleva a Bradley Cooper a una tierra de nadie en la que el actor parece desconcertado durante todo el metraje. Mala dirección de actores, que se esfuerzan y hacen lo que pueden pese a todo lo demás. 

Por su parte, el guión de Serena no deja mucho más lugar a las alegrías. Salvando la estructuración elíptica que abre la película, el trabajo de escritura cae constantemente en señuelos de extrema facilidad (¿un hombre que esconde la llave de la caja fuerte justo en el cajón de al lado?) y en giros cuya única voluntad es el melodrama más barato y lacrimógeno, al que Bier acompaña con imágenes de dudoso y morboso gusto (las imágenes del parto y el postparto, por citar sólo un ejemplo).

Serena es, por lo tanto, un melodrama de época fallido, que se centra en dos personajes a los que nunca consigue dar la presencia necesaria para que el espectador se pueda sentir identificado, o al menos interesado, con ellos. Bier se empeña más en indagar las emociones, y obligar a la irrupción de estas, que a buscarlas con naturalidad y a través de la historia. Quizás por eso, ni siquiera los actores y sus interpretaciones logran salvar el film de la danesa, cuyo nombre se sobrepone de forma irreversible por encima de todo el artefacto cinematográfico y, lo que es peor, muy por encima del espectador.

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