Crítica publicada en NoSóloGeeks
El cine a veces cumple el cometido de dar visibilidad a conflictos o situaciones olvidadas o de difícil acceso. En el caso de La buena mentira, la última película de Philippe Falardeau, se traslada a la pantalla un doble conflicto: la guerra civil de Sudán, y sus nefastas consecuencias, y la llegada en planes de acogida de refugiados sudaneses a tierra norteamericana.
Con un prólogo intenso y brutal, que se centra en imágenes crueles sobre lo inhumano del ser humano –valga la contraposición significativa–, la película da paso a una huida hacia delante de un grupo de niños que tratan de alcanzar el campo de refugiados de Kakuma, en la frontera con Kenia. Por momentos se viene a la cabeza la película alemana Wolfskinder (Rick Ostermann), que se pudo ver en el pasado Festival de cine alemán de Madrid, en la que otro grupo de niños también huía en busca de territorio seguro durante la Segunda Guerra Mundial.
Pronto, en cambio, la propuesta se instalará en suelo americano y seguirá la adaptación del grupo, ya mayor, a su nueva vida. Tres de ellos, los chicos, acabarán viviendo en Kansas City, pero la chica, hermana de uno de ellos, será enviada con una familia a Boston. A partir de entonces las aspiraciones de Mareme girarán en torno a dos pilares: reencontrarse con ella y trabajar para estudiar Medicina. Para este último deseo, le ayudará el personaje de Reese Witherspoon, una agente laboral que se dedica a insertar a los inmigrantes en los puestos de trabajo.
La buena mentira se convierte pronto en un drama de cleenex, demasiado bienintencionado, que se sustenta en una historia humana muy conmovedora para desarrollarse y avanzar. Falardeau resuelve de forma efectista cada una de sus líneas (incluido un “sorprendente” giro final) y durante el camino consigue plasmar esos contrastes entre culturas y cómo hacen mella de formas distintas en los hermanos. En este sentido es inevitable referirse a los desahogos cómicos que utiliza el cineasta, que en dosis más pequeñas podrían haber sido útiles y destacables, pero que en la sobredosis que propone el film casi convierten la propuesta en una especie de Perdidos en la tribu en la ciudad.
La familia, las decisiones y los sacrificios vertebran una cinta en la que Reese Witherspoon consigue dar cuerpo a un personaje entrañable y rocoso al mismo tiempo. La buena mentira, expresión extraída de un cuento de Mark Twain con relevancia en el film, vuelve a hurgar con timidez en el tema fracaso del sueño (afro) americano y en la herida de saber que la Tierra Prometida nunca lo es tanto. Pero se queda en una película demasiado tierna y afable, pero que pese a ello funciona como intenso drama humano.
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