Crítica publicada en Esencia Cine
Tal vez la ficción británica, tanto televisiva como cinematográfica, sea la que más se atreva con la experimentación argumental y espacial de sus productos. Ya ha quedado demostrado en propuestas tan valientes como Black Mirror o Dead Set, tan gamberras como Misfits o Skins o tan atípicas como Utopia o Peaky Blinders, entre otras. El terreno cinematográfico no se queda atrás, claro, y esta semana llega a las salas de nuestro país Mi vida ahora, una propuesta que juega entre dos tierras: el amor adolescente y la Tercera Guerra Mundial.
Cuando Daisy, una joven norteamericana, llega a tierra british para convivir con sus primos se empiezan a suceder una serie de bombardeos que acaban convirtiéndose en una guerra nuclear (fantásticas las imágenes en las que tras explotar una bomba se ve cómo llueven cenizas sobre los protagonistas). Entonces, todo pasa a un segundo plano, desde su rebeldía –justificada a lo largo del metraje– hasta la relación que había empezado con Eddie justo antes de los primeros bombardeos.
A partir de entonces, la supervivencia será lo primero en un entorno profundamente hostil y complejo. Los dos chicos irán por un lado y las dos chicas por el otro, con la consiguiente separación de “los enamorados” (un enamoramiento ciertamente prematuro, todo hay que decirlo). El amor, evocado en el futuro reencuentro, será el principal motor de Daisy, que tratará de sobrevivir junto a su prima pequeña para poder volver con Eddie a la casa familiar.
La sugerente fotografía de Franz Lustig, destacable tanto en la composición de imagen como en su iluminación, compensa en lo visual los desajustes narrativos de Kevin MacDonald. El guión perpetrado por el cineasta acusa la facilidad con la que coloca pistas a sus propios protagonistas (los sueños reveladores de la protagonista, la aparición del halcón en el momento exacto) para encontrar la meta final.
Sin embargo, Mi vida ahora funciona bien desde la perspectiva juvenil que propone, que permiten atender a los impulsos de la joven protagonista, más emocionales, y pasar por la superficie el conflicto bélico en el que se circunscribe la historia, lo que le habría dado una mayor profundidad. Por su parte, Saoirse Ronan, tan magnética como acostumbra, completa un buen retrato de esa adolescente con aires rebeldes que es golpeada y zarandeada por las circunstancias. Porque ese parece ser el signo de su vida. Su vida ahora.
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