Se levanta el viento es una historia que se desarrolla cerca del humo. Ya sea por los cigarrillos que van y vienen, por los motores de aviones y trenes, o por la guerra que vertebra casi todo el metraje del film, el humo tiene un importante papel cuasi invisible dentro de la película de Miyazaki. Al igual que los sueños, que cobran un protagonismo absoluto desde la fantástica primera secuencia, en la que Jiro conoce al señor Caproni, que a la larga será su héroe imaginario, su inspiración para la creación de prototipos aeronáuticos.
Porque, pese a su miopía, que le impide ser piloto, Jiro persigue su sueño de volar a través de la ingeniería aeronáutica. Pronto es reconocido su talento como constructor y diseñador y su nombre se empieza a reconocer como uno de los sucesores de aquel Caproni en el que él se inspiraba.
Hayao Miyazaki se despide del cine con una sublime ascensión a los cielos. El mensaje que perdura de su película es claro, positivo y esperanzador. “Hay que intentar vivir”. No vivir, no, sino intentarlo. Porque eso, muchas veces, ya es un auténtico logro. The Wind Rises supone una oda, un precioso homenaje, a los soñadores como Jiro. Esa gente sin la que nuestro mundo sería un poco más tedioso y sin duda menos creativo.
El cineasta japonés se recrea en esos sueños para construir un guión sólido, que entrecruza dos historias. Desde el mundo onírico somos testigos de las aspiraciones de Jiro, de sus miedos y de sus anhelos. Miyazaki consigue recrear a la perfección ese mundo mágico que se desarrolla en nuestra cabeza mientras dormimos, ya sea la atmósfera amenazante o el surrealismo más excéntrico. Desde aviones que despegan majestuosos desde el agua de un lago hasta hombres que se dejan caer de máquinas en marcha, pasando por avionetas que se alzan a los cielos desde un tejado; el mundo interior de Jiro está metaforizado en la representación de sus sueños. Por otra parte, el director japonés muestra, con una cruel belleza, el mundo real, aquel que le tocó vivir. Los eventos que marcaron la infancia y madurez de Miyazaki se suceden a lo largo del metraje. Así, asistimos tanto a la Segunda Guerra Mundial, en la que Japón desenvolvió un papel importante, como al gran terremoto de 1923, la Gran Depresión o las terribles epidemias de tuberculosis que asolaron Japón a principios de siglo.
El personaje de Jiro, a su vez, también se ve en el medio de otra dualidad: su imparable carrera como ingeniero o su relación amorosa con Nahoko. La cinta funciona mejor cuando se centra en esta segunda historia. Cuando Miyazaki pone el foco encima de sus personajes, el film desprende una sensibilidad insólita y especial. La obra está envuelta en una capa de lirismo y seducción de gran belleza.
Se levanta el viento es una película profundamente bella, un canto a los sueños y a los soñadores. Un biopic fascinante sobre un personaje que, sin buscarlo, tuvo un protagonismo fundamental en la Segunda Guerra Mundial, y por tanto en el transcurso de la historia del siglo XX. Puede que le falte la garra que tenían otras historias del director, pero a esta The Wind Rises le sobra sensibilidad y poesía visual, de la misma forma en que le sobra algo de metraje (los 128 minutos se hacen largos en algún momento). Miyazaki se despide con una alegoría preciosa, con un mensaje esperanzador. Su ascensión a los cielos cinematográficos.
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