25 abril 2014

'Matterhorn', tratado sobre la tolerancia

Crítica publicada en Esencia Cine

El actor Diederik Ebbinge se adentra en la geografía de las soledades humanas en su ópera prima como director. Con una historia revestida de un crudo humor negro –negrísimo, en ocasiones–, Matterhorn cuenta cómo cambia la vida de Fred, un devoto y huraño hombre que vive sólo tras la muerte por accidente de su mujer y después de expulsar a su hijo de la casa, cuando aparece Theo, un hombre adulto que tiene la mentalidad de un niño de cinco años.

Con una delicadeza que roza la fragilidad por momentos, el cineasta reflexiona sobre lo que significa la paternidad a través de la relación entre Fred y Theo. El segundo se convierte en el hijo perdido para el primero. Ebbinge habla sobre la pérdida de esa paternidad por las decisiones que tomamos.


A través de una cámara que busca la mueca y el rostro a través de primeros planos, el cineasta holandés esculpe un –extraño por momentos– atlas de la soledad. La rectitud de Fred pronto dará paso a una introversión hacia la persona que es ahora y que era antes de la sucesión de hechos que cambió su vida. 

Sin embargo, no es el único tema sobre el que pivota la película. La tolerancia, en su abanico más amplio de acepciones, entra en juego cuando Theo, malinterpretando a Fred, se empeña en casarse con él y la sociedad –con su elemento más reaccionario personificado en el sacristán– comienza a retrotraerse y a marginar a Fred y Theo. Matterhorn supone, en ese sentido, un canto favorable a la aceptación de las personas, sea cual sea su origen y condición, y a su integración.

La música –fundamentalmente las notas de J. S. Bach–, así como los juegos de cámara –ralentizaciones sobre todo–, aportan una estética muy peculiar a una película que se construye en torno a un guión sobrio, rocoso y sólido, con resquicios para la comedia. El film de Ebbinger está lleno de contradicciones, que llenan la pantalla como si fuese la propia sociedad que continuamente juzga y condena sin detenerse a pensar en quién es quién para tomar ese poder.

La tolerancia, la aceptación de los demás a través de nosotros mismos –y viceversa–, la paternidad y las consecuencias de los actos capitalizan el discurso del film. Matterhorn, además, supone una crítica a los fanatismos religiosos, no a la religión, sino a los fundamentalismos de todo tipo. Con un final extraordinariamente poético, el director nos traslada hasta la cima de una montaña mientras el personaje protagonista, aquel agrio viejo recto y devoto, experimenta una revelación sobre el verdadero sentido de todo. Diederik Ebbinger ha creado una película profundamente humana y esperanzadora.

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