Crítica publicada en Esencia Cine
Goma quemada, derrapes, retos, óxido nitroso… Tópicos, en definitiva, pero que funcionan. En Need for speed se reúnen todos los elementos clásicos de las películas de su género: el de las carreras y la velocidad. Sin embargo, en este caso, se acoplan además las importaciones procedentes del videojuego que adapta. Cualquiera que lo haya jugado notará enseguida los tics de su jugabilidad: esa ralentización de la foto finish en el final de la carrera, las persecuciones policiales (barricadas y uso de pinchos incluidos), el tipo de la radio que controla todo el tráfico (un Michael Keaton algo pasado de rosca), o incluso el villano al estilo Razor. En definitiva, una jugabilidad que es adaptada con solvencia a la pantalla.
El guión de la película es tan típico como tópico; sin embargo, funcionará para los amantes del videojuego, que son, en última instancia, los que disfrutarán todos los detalles de esta película. ¿Hay que tener en cuenta esto a la hora de saber qué pedirle a la película? Cada uno tendrá su propia opinión, yo creo que sí. El guión sigue todos los pasos habituales en este tipo de cine. Los guionistas parecen haber aplicado una planilla predeterminada y sobrescrito las escenas. Existe un taller en el que se modifican coches, el dueño del taller es piloto de carreras clandestinas y además tiene un pasado con la chica que ahora es la novia del malvado, y, por si fuera poco, pronto llega una muerte que deberá ser vengada. Para más tópicos del guión, se une al elenco el personaje de una chica que no entra por el aro del protagonista, pero que pronto acabará completamente enamorada del velocímetro. Todo un clásico.
En esos terrenos se mueve la película de Scott Waugh, que tiene en el guión su principal punto débil. Sin embargo, no es precisamente por el guión por lo que se valoran este tipo de cintas. La acción y la velocidad es la que tiene que guiar las motivaciones del personaje de Aaron Paul y su cuadrilla, a los que se une una Imogen Poots, con la que Paul comparte pantallas dos veces en menos de una semana (también están juntos en Mejor otro día). El aspecto más positivo de la película viene dado por la química que crean Paul y Poots para sus personajes, que deberán viajar juntos a través del país para llegar a tiempo a la carrera más importante. Paul deja a un lado su personaje en Breaking Bad para dar vida a un macarra con buen fondo. El actor estadounidense se convierte en seguida en lo mejor de Need for speed.
La locura y la inverosimilitud se adueñan de la pantalla en varias ocasiones. A lo largo del film hay escenas tan locas e inverosímiles como verdaderamente absurdas (¿un coche llevado en volandas por un helicóptero con sus dos ocupantes dentro?, saltos imposibles de los coches o adelantamientos y persecuciones frenéticas que se libran en mitad del tráfico de la ciudad). Una locura excesiva a la que tendrás que dar todos los votos de confianza si quieres disfrutarla. Si entras en el juego, la película funciona.
Las reminiscencias del videojuego se encuentran en cada esquina y tienen un acabado muy consecuente con aquel. Sin embargo, hay una cosa que no guarda coherencia de ninguna manera ni con el espíritu del juego ni con la idiosincrasia de este tipo de películas: la música. Si el videojuego alternaba música techno, reggae, hip-hop y estilos más propios y asociados en el imaginario colectivo al tunning, la película se decanta por músicas épicas y más propias de películas de guerra o de acción. Un tratamiento algo deslucido de un fondo musical que puede sacar de la historia en determinadas situaciones.
Need for speed ofrece ni más ni menos que una dosis de lo que se le requiere. Seguramente a los amantes de la saga de videojuegos les gustará y recordarán sus tardes pegados a la pantalla. Probablemente a los que no tengan ni idea de qué es, no tanto. La película de Scott Waugh guarda paralelismos con otras películas del género de las carreras y funciona mejor cuanto más importancia da a sus personajes, entre los que destacan los ya citados Paul y Poots, y un buen antagonista, encarnado por un Dominic Cooper muy coherente con la saga de videojuegos y muy adecuado para una película como esta.
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