Crítica publicada en Esencia Cine
Tras dos cortometrajes, Little Man (2004) y Jerrycan (2008), este último con paso incluido por el festival de Cannes, Julius Avery filma en su primer largometraje una historia de atracadores con toques románticos y carcelarios. La entrada en prisión de su protagonista, el personaje interpretado por Brenton Thwaites, sirve como punto de inicio de la historia y como presentación para el antihéroe, casi villano en algunos momentos, al que da vida Ewan McGregor. Al actor escocés no le sienta nada mal su nuevo rol macarra y arrogante, por cierto.
La puesta en escena de Avery en Son of a gun aboga por la eliminación de la espectacularidad que suele caracterizar este tipo de obras, sobre todo si atendemos sólo a sus acciones de acción, que suelen acaparar los más grandes esfuerzos de producción. Avery rehúye esta práctica y filma su acción desde un punto de vista más naturalista, alejada de parafernalias increíbles. Como ejemplo se podría citar la secuencia en la que los presos planean y efectúan su huida, en la que, a pesar del espectáculo propio de los disparos y helicópteros, prima cierto sentido común y una ponderación de la acción en pos de la credibilidad total de la secuencia.
No obstante, es en el pivote aportado por la actriz Alicia Vikander donde desentierra su punto débil el film del australiano. Y lo hace por culpa de un guión que se telegrafía en exceso, cuyos intervalos romántico-sentimentales lastran la propuesta central, basada y sustentada por la acción propia de las huidas, los atracos y la acción como columna vertebral de la película. En los lapsos en los que el director se empeña en filtrar la relación entre Thwaites y Vikander la película pierde fuerza. La vigorosidad que gobierna las escenas de acción del film se diluye en esos lapsos, en los que la película pasa a ser mucho más mimosa y abandona su hilo de conducción.
En Son of a Gun el espectador asiste a un disparo al aire. Una conjunción de dos filmes en uno que, lejos de una simbiosis, terminan por establecer una relación de profunda dependencia en la que una sale claramente desfavorecida en el trato. Algo así podría decirse del trío actoral; pese a los esfuerzos y el buen hacer de Alicia Vikander, Brenton Thwaites y el resto del elenco, Ewan McGregor siempre termina mirando la acción desde lo alto, absoluto ganador de la batalla, la guerra y el primero en llegar al piso franco en la huida posterior.
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