Crítica publicada en Esencia Cine
Jugar con los cruces de tiempo siempre es complejo, pero si sale bien proporciona uno de los resultados más gratificantes para los ojos encargados de mirar. En su última película, el director Atom Egoyan intenta hacerlo con una propuesta que llega a situarse hasta en cuatro capas temporales distintas para narrar el secuestro de una niña, las consecuencias que derivan del suceso en el seno de su familia y cómo la esperanza de encontrarla viva ocho años después, gracias a una nueva pista, voltea sus caracteres hasta el extremo. Cautivos, en cambio, a pesar de albergar una temática cargada de aristas, se aleja bastante de la brillantez debido a un guión atropellado y cargado de giros, más bien bruscos volantazos, sin demasiado rumbo ni concierto. La amalgama de tiempos se sitúa así en concordancia con la narrativa errática que sobrevuela el film desde el primer plano al último.
Egoyan se adentra en el espinoso tema de la pederastia, aunque su incursión sea demasiado lánguida, como si quisiese y no quisiese a la vez tocar el tema. Además, el cruce indefinido de géneros convierte la película en una suerte de laberinto por el que el espectador deambula y en el que al final, seguramente, acabe disipando su interés de la misma forma que los personajes se pierden a sí mismos por la trama. Así pues, se podría definir Cautivos como un alambicado pastiche en el que Egoyan adopta algunos elementos propios del thriller y los entremezcla con rasgos propios del drama familiar que impiden que el primero se desarrolle y despliegue la historia principal del secuestro.
Cautivos es, por tanto, un Egoyan sin sello de personalidad o garantía, ni mucho menos de calidad.
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