Crítica publicada en Esencia Cine
A veces las sombras no son tan largas como queremos creernos. Y por eso, en ocasiones puntuales, llegan a las salas remakes que superan o al menos igualan a sus predecesoras. Es el caso del Poltergeist de Gil Kenan, director que, consciente del paso del tiempo y de su efecto en la película de 1982 que rodó Tobe Hooper, y seguramente Steven Spielberg, aunque esto nunca se haya confirmado, actualiza la fórmula a base de humor autoconsciente, irreverente y a costa del propio film de hace ya más de tres décadas.
La escritura de la nueva Poltergeist que realiza David Lindsay-Abaire no es precisamente un dechado de originalidad. La trama permanece perfectamente idéntica, si bien ofrece una gota más de protagonismo al niño, que en la primera permanecía más en un discreto segundo plano. Además, existen líneas de guión que se presentan inalterables a como lo hicieron en la versión anterior. Por lo demás, la actualización, y principal virtud reside en la inclusión de las nuevas tecnologías (pantallas planas, teléfonos móviles, tablets, etc.) y las nuevas formas de comunicación (reality shows, hashtags como el maravilloso #thishouseisclean) y todo tipo de ocurrencias que, perfectamente traídas a la actualidad, sitúan la película en su tiempo sin perder de vista su fuente original.
Gil Kenan aplica un inteligente movimiento a la hora de situarse frente a la historia con una cierta distancia. Todo rememora a la antigua: los payasos, el árbol, la niña, el cementerio… Sin embargo, el director aplica ciertas novedades: la niña ahora es morena (no sé si los rubios ahora dan menos miedo), el espiritista es una estrella de televisión y es hombre (muy divertido Jared Harris), etc. Y entre tanto, Kenan es capaz de permitirse el humor y la referencialidad. En concreto, existe un plano allá por la mitad del metraje que es un evidente homenaje al famoso grito de Shelley Duvall en El resplandor (The Shining, Stanley Kubrick, Estados Unidos, 1980).
Escribía Fionnuala Halligan en su crítica de la película para Screendaily, el pasado 19 de mayo, que la labor de Gil Kenan es “una competente exhumación del film de 1982”. No es banal el uso del término que hace la crítica en su espacio. La historia del poltergeist y la familia protagonista vuelve a la vida de la misma forma que lo hacen esos espíritus conformados por huesos que, ante la llegada de una fuente de energía joven y plena, resucitan y adquieren cierta corporeidad. Sin embargo, yendo algo más allá de las palabras de Halligan, y sin declararse quien esto firma tan fan de aquella, ni mucho menos; la verdadera inteligencia de Kenan en su remake consiste en respetar las partes que funcionaban de su predecesora, esto es la creación de atmósfera de la primera mitad, sobre todo, y eliminar o presentar desde una cierta voluntad cómica, aquellas que no lo lograban (la recta final, sobre todo, cuando todo empieza a volverse demasiado “loco” en la primera obra). No obstante, al final la obra de Gil Kenan termina por adolecer prácticamente de las mismas cargas que el resto de obras del género: demasiado enfrascamiento en los sustos en detrimento del terror más mental y ciertas obviedades en el guión, que le restan algo de potencia a su renovación.
Aunque al final vuelva a reírse a costa de la historia con un plano posterior a los créditos, o más bien incrustado en ellos, que nos devuelve a la auto parodia más consciente de sí misma.
0 comentarios :
Publicar un comentario