Crítica publicada en Esencia Cine
¿Cuál es el valor acumulativo de una imagen frente a una palabra? ¿Y al revés? El debate entre las artes y las letras no es nuevo, evidentemente, sino que cabalga paralelo al avance de ambas disciplinas. En su nueva película, Lecciones de amor (curiosa traducción teniendo en cuenta que el título original no es otro que el más acertado Words and pictures), Fred Schepisi parece obsesionado con obtener, a través de sus personajes, la respuesta a esta cuestión tan trascendental.
Dos profesores –él de literatura, ella de arte– se conocen en el instituto al que ella llega para dar clase. Enseguida se atraen, haciendo efectiva la falible teoría de los polos opuestos, gracias al reto que él le lanza para que entre al abrigo de su reto de palabras (un jueguecillo en el que gana el que consiga una palabra de más sílabas frente al otro). De esta forma, Schepisi efectúa un giro que le sirve para abrir las dos patas que sostendrán desde el principio en adelante su obra: el diálogo entre arte y letras y los dos grandes intérpretes que ha escogido para librar la batalla.
Negar que la pareja formada por Juliette Binoche y Clive Owen tenga química sería un absurdo de base. Ambos controlan perfectamente los tiempos y los estados de ánimo de sus personajes y, haciendo suyos sus luminosidades y sus defectos, mayores y menores, los convierten en personas. Él arrastra una relación turbulenta con su hijo y problemas con el alcohol; ella, un agrio estado de ánimo provocado por una artritis que le impide desarrollar las aptitudes artísticas que la auparon en el pasado a la primera plana del arte.
El cineasta consigue que la conversación entre ambas vertientes, en todos los sentidos, sea constante. De esta forma, Schepisi filtra la historia personal y su crecimiento por las grietas que le deja el desarrollo exponencial que alcanza el debate Artes-Letras ya no sólo en torno a los dos, sino a los alumnos del instituto, que se suman a la batalla. El director efectúa, además, un buen uso de los giros, que le permite mantener erguidas ambas columnas narrativas, a pesar de que la sorpresa generada por alguno de los pivotes introducidos se encamine al clásico final convencional y redentor.
Sin embargo, la verdadera inteligencia de Fred Schepisi, y mayor activo del film, se deja ver a través de la posible proyección del debate central hacia el propio arte cinematográfico. Y es que, si el cine se compone de palabras e imágenes, de contenido y de forma, de texto y fotografía, afirmaciones que nadie a estas alturas negará: ¿tienen unas más valor que las otras o, por el contrario, son un todo indivisible que prima por encima de las partes?
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