22 mayo 2015

'Lazos de sangre', la mirada cansada de Cotillard

Crítica publicada en Esencia Cine


Casi al principio del metraje de Lazos de sangre hay una mirada de Marion Cotillard, en un cerrado primer plano, a Clive Owen –su marido en el film– que justificaría el visionado de la película una y otra vez. Guillaume Canet, inteligente y muy conocedor del poder de esos ojos que miran, captura a la actriz en un férreo primer plano y deja fuera de campo el resto de la acción. En ese instante, muy leve y casi imperceptible, parece detenerse la película, en esa mirada seria e inquisidora, que no habla pero que, en cambio, lo dice absolutamente todo. Solo importa lo que muestran los ojos de la actriz. Si Manny Farber viese la película, seguro que categorizaría ese instante dentro de lo que él denominaba “arte termita”: ese que se centraba en lo pequeño, en la delicadeza del trabajo de los actores o del cineasta, en la beauté du geste, que más tarde quedaría recogida como una inigualable frase de Holy Motors (Leos Carax, Francia, 2012).


Tampoco habría duda –no creo que nadie la tenga– en volver a destacar a la actriz francesa como el gran baluarte, y lo más rescatable, de la obra del cineasta francés. Más allá de su interpretación, lo que encontramos es un thriller con la firma inconfundible de James Gray en el guión, junto al propio Canet. Se percibe el trabajo de construcción del director de Two Lovers (2008) en cada línea de escritura: los personajes que regresan a su barrio después de una experiencia traumática, el conflicto familiar entre dos hermanos, el padre enfermo… Incluso la paleta cromática y el trabajo fotográfico resuenan claramente al cineasta norteamericano, a pesar de que Christophe Offenstein (director de fotografía en esta) no ha trabajado en ninguna de las anteriores películas de Gray.

Sin embargo, pese a la firma de Gray junto a Canet, que anticipaba muchas cosas buenas, el resultado es un compendio de lugares comunes y clichés sobre el género. Lazos de sangre nunca termina de despegar como una película que vuela sola. Pese a un vigoroso principio, Canet convierte su película en un eterno discurrir de escenas de acción mil veces vistas y de conflictos familiares explorados hasta el tuétano. No obstante, la obra se concreta más cuanto más cerca permanece de esos choques familiares (un hermano policía y otro criminal) el director francés, que vuelve al thriller, siete años después de No se lo digas a nadie (2006).

Lazos de sangre indaga de manera muy leve en la profundidad de sus personajes, desaprovechando así el buen caldo de cultivo que le proporcionaba una familia en la que se entremezclan criminales, policías, prostitutas y una amalgama de personas que se prestaban a una mayor profundidad sociológica por parte del cineasta. En lugar de eso, el galo se dedica a rodar acción casi continua y a edulcorarla con una soundtrack maravillosa, que recoge algunas de las más conocidas canciones de la época que representa, pero que es utilizada de una forma algo brusca y sin ningún sentido narrativo ni funcionalidad como textura.

0 comentarios :

Publicar un comentario