Crítica publicada en Esencia Cine
La vida de Nade es una guerra con muchos frentes abiertos. Quizás por eso la cámara de Kristina Grozeva y Petar Valchanov que la persigue oscila entre titubeos constantes. Cuando descubre que uno de los niños de los que es maestra ha robado a una compañera y se dispone a dar una lección al culpable, las cicatrices de su vida se abren y la sangre lo cubre todo. La deuda se convierte en irreversible, su marido no es precisamente un pilar en el que apoyarse y en el colegio, todo sigue igual.
En esa fina línea que separa la burocracia de la dignidad se instala La lección. Grozeva y Valchanov ofrecen un retrato sobrio, sin alardes y sin fisuras, de la vida de una de tantas personas que para mantener su dignidad intacta bordean la frontera de perderla por completo. En la línea de sobriedad ofrecida por Andrei Zyagintsev en Leviatán, los cineastas adoptan la parquedad como estilo narrativo. Nada redunda, pero nada sobra en su último film, que destaca mucho más por la potencia de su discurso que por la estética y la forma.
El ritmo pausado que adopta La lección, fundamentalmente gracias al trabajo en la escritura y el montaje, se convierten en un arma de doble filo para el film. Por un lado, aporta la tensión necesaria y crea una atmósfera agobiante por momentos; por el otro, puede volverse en contra de la obra en determinadas situaciones que adolecen de cierta lentitud. Sin embargo, los cineastas consiguen equilibrar la propuesta gracias a su habilidad a la hora de mostrar el horror aderezado con el humor más negro y al estudio de las prioridades de las personas cuando todo se les vuelve en su contra. La circunstancia como vía de configuración de la acción.
La introducción del elemento educativo en la película constituye uno de los mayores éxitos de la misma. ¿Qué puede enseñarnos alguien que puede incurrir en los mismos errores que nosotros? A este respecto, la evolución del personaje central es clave para entender el proceso mental que ha experimentado. De la primera escena, en la que descubre el robo, a la última, en la que asiste a una situación similar, hay todo un mundo (un arco narrativo cerrado y conciso). En la primera, no estamos ante la misma Nadezhda que en la última, como demuestra la reacción ante ambas. Tal vez por eso los cineastas se empeñan en mostrarnos el retrato de la madre fallecida, que siempre vigila las acciones de la hija (hay un primer plano exquisito en cuanto a su contenido) desde la distancia insalvable que le ofrecen la muerte y la idolatría que esta le profesa. De esta forma el recorrido es absoluto y la claridad del mismo radica en la interpretación de Margita Gosheva, gran baluarte del film de principio a fin.
La lección es un estudio sobre las prioridades, sobre la educación y sobre los actos desesperados. Una suerte de acercamiento a la naturaleza del ser humano –a través de un naturalismo similar al que efectúan, por ejemplo, los hermanos Dardenne– desde la inestable mirada de una mujer que trata de luchar, y vencer, a su manera y desde su posición, contra los monstruos del sistema, el patriarcado (representado por ese mafioso que la extorsiona) y las adversidades propias de la vida, esa enorme guerra con multitud de frentes abiertos.