13 junio 2014

'Sólo los amantes sobreviven', vampiros románticos a lo Jack White

Crítica publicada en Esencia Cine


Los primeros planos de Only lovers left alive se convierten en un alarde técnico y preciosista que, a su vez, metaforizan aquello en lo que se va a convertir la película de Jim Jarmusch durante sus dos horas de duración. La cámara, en un plano cenital aberrante, da vueltas sobre Adam y Eve, los dos personajes centrales del film, como preludio de lo que vendrá después. Durante todo el metraje, la cámara del cineasta da vueltas alrededor de los protagonistas para contar una historia negra, oscura y con ciertos tonos existencialistas.

Adam y Eve son dos vampiros que buscan la manera de sobrevivir a su necesidad sin matar. Alejado de la locura, casi siempre sin sentido, de crepúsculos y otros títulos de vampiros recientes, el director norteamericano muestra unos seres mitológicos cercanos a lo humano y lo moral. Sorprende, de hecho, lo excesivamente tristón y romántico (en todos los sentidos) del carácter de sus protagonistas, perfecta extensión del ritmo de la película, lenta y pausada, sin ningún tipo de acción.

Adam es un músico venido a menos que resuena a Jack White, del que por cierto hay varios ecos en la cinta. Vive en Detroit y pasa los días creando música que nunca deja que salga de su estudio. Eve, en cambio, es una mujer aparentemente más alegre –los colores de su vestimenta ya lo sugieren– que vive en Tánger y tiene amistad con un vampiro anciano que le suministra lo necesario para su supervivencia. Este último responde al nombre de Christopher Marlowe, ni más ni menos.


Sólo los amantes sobreviven está totalmente cargada de referencias literarias (la citada a Marlowe se complementa con momentos en los que el personaje asegura haber escrito la obra completa de Shakespeare; pero además aparecen menciones a Fausto, Watson y Daisy Buchanan). También se deslizan a lo largo del film multitud de referencias musicales (como la de Jack White citada con anterioridad) y culturales/generacionales (se intuye que Adam se convirtió en un tipo tan tenebroso y lánguido a raíz de su amistad con gente como Mary Shelley o Lord Byron). Sin embargo, todo ello, lejos de lo que pudiera parecer, no suena a pretenciosidad sin sentido, sino que nutre a la obra de un humor muy irreverente que alivia los momentos en los que puede flaquear o resultar cargante.

Los planos cenitales con los que Jarmusch juguetea a lo largo de la cinta, y de su filmografía, se complementan con otros en los que el cineasta decide seguir de cerca la espalda de Tilda Swinton por las calles de Tánger. La actriz, en su enésima camaleonización, vuelve a estar brillante y desprende esa atracción ciertamente andrógina que la caracteriza. Al contrario que Mia Wasikowska, que en su aparición interpreta a una vampira con menos miramientos a la hora de conseguir suministros, y que desprende una sexualidad muy femenina por cada uno de sus poros. 

El director se acompaña de una banda sonora fantástica, rock and roll oscuro, funerario, que se mimetiza perfectamente con la fotografía oscura y sucia de Yorick Le Saux, creando un entorno perfecto y consecuente con la idiosincrasia de sus protagonistas. Las estridencias eléctricas (otra vez Jack White) se entremezclan con la pausada belleza de la música clásica para penetrar en el ambiente tenue y a veces claustrofóbico de la casa de Adam, o en la noche oscura de Detroit (otra referencia más al músico) en la que se desenvuelve la pareja.

Sólo los amantes sobreviven es una alegoría del amor eterno a través de una pareja de vampiros con cierta tendencia a la democracia. El dúo atraviesa momentos de pasión, de tristeza (porque son fundamentalmente mustios), de alegría… pero siempre lo hacen juntos deslizando la idea de la eternidad. Jarmusch completa un imponente ejercicio de estilo, oscuro y romántico, en una de sus películas más sólidas.

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