Crítica publicada en Esencia Cine
“I would walk 500 miles and I would walk 500 more just to be the man who walked 1000 miles to fall down at your door”. Quizás todas las historias de amor se reduzcan a esta frase. Andar millas y millas para terminar postrado delante de una puerta que a veces permanece cerrada y otras se abre. La historia de Amanece en Edimburgo también comienza así: dos jóvenes soldados vuelven de la guerra de Afganistán a su Edimburgo para reencontrarse con los suyos (amores, familias, amigos). El final deparará una puerta abierta, para uno, y una cerrada (más bien entornada o entreabierta), para el otro.
Si un verso del himno generacional de The Proclaimers abre esta crítica, lo mismo ocurre en la película, en la que las canciones de la banda escocesa (con cameo en la cinta) vertebran una historia que habla del hogar, la amistad y, por encima de todo, el amor. El guión se divide fundamentalmente en dos líneas. Por una parte, la de los chicos que vuelven y tratan de rehacer su vida; en la otra orilla, la del matrimonio de los padres de uno de ellos, que cumplen las bodas de plata justo en el momento en el que un secreto del pasado se revela y hace tambalear toda la edificación levantada durante años.
Dexter Fletcher dirige la adaptación de Stephen Greenhorn de su propio musical teatral. Las canciones de The Proclaimers engranan bien dentro del argumento propuesto, que desarrolla la historia en pequeños pasos, pero sin detenerse nunca. El cineasta consigue un retrato interesante de unos personajes con pliegues y aristas. Por extensión, el director da una visión ciertamente crítica de los problemas de adaptación de esos soldados que vuelven a sus ciudades sin nada en los bolsillos. Sin embargo, si algo caracteriza a la película, lejos de dibujos sociales, es la música, la alegría que desprenden sus canciones y sus protagonistas incluso en los momentos de perfil anímico más bajo.
Sunshine on Leith es una pequeña dosis de vitalidad, al estilo de los grandes musicales. La cinta escocesa guarda ciertos parecidos con Grease, el musical por excelencia de una de las generaciones representadas en el público de The Proclaimers. De hecho, el número final, una divertida flashmob a los pies de la National Gallery de Edimburgo, es una especie de homenaje a la batalla de chicos versus chicas de la película de Randal Kleiser.
La película de Fletcher ofrece humor y ternura, amor y desencantos (con un final agridulce para alguno de los personajes). Es cierto que en algunos momentos se le intuyen las costuras (con giros que parecen de manual), pero la globalidad regala un rato agradable para disfrutar de la unión entre el cine y la música. Amanece en Edimburgo es una película para divertirse, para dejar que la pierna se nos vaya al ritmo de una mítica banda y para acompañar a los protagonistas en momentos importantes de su vida, en los que las decisiones cobran una relevancia única. Si le añades los planos generales (y no tanto) de la que probablemente sea la ciudad más bonita del mundo, sólo puedes rendirte durante un rato ante el sunshine de Leith. Y esto, señores, es un hecho.
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