27 noviembre 2015

'Paulina', escapar del juicio fácil

Crítica publicada en Esencia Cine


Dos planos secuencias abrigan y cobijan la incertidumbre de Paulina en el último film de Santiago Mitre. En el primero, la protagonista aparece hablando con su padre sobre su futuro y la firme decisión de involucrarse en un proyecto social y educativo. En este plano se efectúa una hábil disposición de los temas que van a sobrevolar el metraje. En el segundo, el que concluye, en cambio, es Paulina la que camina sola, sin compañía, hacia el frente, mientras la cámara recula y la filma en un plano cerrado al rostro que muestra la expresión de firmeza que ha mantenido el personaje interpretado por Dolores Fonzi durante todo el metraje. Tal vez la incertidumbre siga siendo la sensación que gobierne su cuerpo, y su mente, pero ha tomado una decisión, por sí misma, y con ella camina hacia el futuro.

Quizás Paulina sea la obra más polémica del año en cuanto a su temática. Pero si hay algo seguro es que lo es desde la inteligencia y el debate que lanza hacia el patio de butacas en cada diálogo. Un directo al rostro que el espectador tendrá que asimilar para intentar comprender las decisiones de la protagonista sin caer en la posición cómoda del juicio fácil. “Solo podría entenderme quién ha vivido esta situación”, asegura Paulina en una de las escenas clave. Su situación no es otra que un embarazo no deseado fruto de una violación en grupo por parte de una patota (expresión latinoamericana para definir a un grupo de jóvenes conflictivos) en el lugar al que se va a colaborar educativamente y la decisión de no denunciar, ante la no respuesta institucional, y así continuar con su rutina.


A partir de este giro argumental, la película de Santiago Mitre muta desde su antecesora, La patota (Daniel Tynaire, 1961), en la que se inspira. El tratamiento del aborto durante toda la historia es el paso definitivo de adaptación a la sociedad contemporánea. En aquel tiempo el debate era imposible, pero hoy sí se puede introducir. Y se agradece que así sea. Así, la estructura encadenada mediante solapas va formando la historia de Paulina y su entorno, que la cuestiona, la violenta e intenta dirigir sus acciones hacia un cauce en el que las convicciones propias sean más acordes. La justicia es el otro gran pilar de la narración de Mitre. “Cuando hay pobres de por medio, la justicia no busca la verdad, busca culpables”, asegura Paulina en otra de las líneas de guión. Esta frase da una muestra de cómo la protagonista tiene un punto de vista distinto sobre el mundo, una mirada crítica hacia las autoridades, las instituciones y todo lo que rodea a la Argentina que muestra la cinta, pero que podría extenderse al resto del mundo sin problema.

Tal vez por eso el estilo de Mitre, que aboga muchas veces por los planos cerrados de seguimiento o al rostro, quiera simular una especie de agobio al que todo el entorno somete a Paulina. Sin embargo, ella sigue caminando hacia delante, decidida a ser la dueña de sus decisiones y de su propio cuerpo, aunque las decisiones tomadas al respecto sean difíciles de entender por el resto de personajes (principalmente por su padre, contrapeso durante todo el metraje), incluso por el espectador, que puede preguntarse constantemente por qué. No en vano, la tendencia del cineasta a ofrecer planos extensos en la duración, en la que los personajes hablan, argumentan y entregan sus puntos de vista permite que ese debate no sea estéril y que sean ellos, con sus motivaciones y sus razones personales, controvertidas o no, los que construyan una narración que hurga en las verdades absolutas del espectador hasta llevarlo a las cuerdas y ponerlo en el mismo plano que a alguno de los personajes. Dolores Fonzi consigue de forma brillante una magnífica representación del tránsito y la incertidumbre que vive una mujer a través de la decisión sobre su propio cuerpo. Paulina es, por lo tanto, una película que propone el debate, que incluso lo exige; una obra que escapa a la lógica contemporánea del juicio fácil desde la posición cómoda del espectador.

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