Crítica publicada en Esencia Cine
Tal vez pueda suponer cierto atrevimiento comenzar una crítica con una afirmación político-económica, pero es posible que en los últimos años no haya existido una mejor traslación de la villanía a la realidad que el papel jugado por las entidades bancarias en los años de la crisis. En un país en el que, tristemente, la realidad de los desahucios está más que presente en el día a día, probablemente el grueso cotidiano sobre el que Silvia Munt edifica La granja del pas no sea nuevo para nadie. Sobre todo, teniendo en cuenta que el espectador, casi seguro, acuda a reforzar su idea y su mensaje y difícilmente in albis. En cualquier caso, aunque solo haya un espectador que se enfrente a este trabajo sin conocer nada de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) y su inestimable trabajo en la sociedad, el mensaje de este documental y su realización ya habrán valido suficientemente la pena.
La directora Silvia Munt se viste con las influencias de las figuras del documental observacional y se limita a mostrar el día a día y el trabajo de la PAH en la masía de Sabadell convertida en su centro de reunión y de operaciones. La cineasta destierra el subrayado de la voz en off y opta por estructurar su película a través de los casos expuestos por los afectados y de las acciones llevadas a cabo por los miembros de la plataforma (desde ayuda a proporcionar una vivienda hasta escraches a entidades bancarias, pasando por todos los puntos intermedios de solución).
La realidad habla por sí misma en La granja del Pas. No necesita voces añadidas, ni aditivos que dramaticen aún más la situación. España ya es lo suficientemente dramática. Así, las imágenes de las reuniones, los discursos de presentación de casos y la ayuda in situ proporcionada por la PAH se funden con la inocente alegría de los niños, no conscientes aún del momento que atraviesan mientras juegan en los pasillos o en el exterior.
No obstante, a pesar del claro elemento observacional en el que se apoya la propuesta de principio a fin, sí existe cierta voluntad de didactismo (y muy de agradecer, además) a la hora de desmitificar lo que de diablesco se le atribuye a la ocupación en nuestros días. En La granja del Pas conocemos a un grupo de personas que viven en la denominada Obra Social de Sabadell, un conjunto de pisos pertenecientes a la Sareb (Sociedad de gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria), también denominada como Banco Malo. Okupas alejados de la imagen convencional y completamente interesada que se ha ofrecido en según qué medios. Personas en situación de riesgo que se ven forzadas a ocupar para poder sobrevivir a los tiempos que corren y a la voracidad de bancos, instituciones y del propio sistema. Esa ruptura en el mito llega a través de los testimonios de estos “okupas”, que cuentan a Munt su situación y el proceso que les ha llevado hasta ella. Sin embargo, más allá de los testimonios, existe una cierta tendencia en el montaje a remarcar (de manera acertada) el carácter no violento de estas ocupaciones. Incluso se puede escuchar como una joven explica a los nuevos los riesgos legales de la ocupación e insta a que se ocupen solo estos pisos de la Sareb o de los bancos, nunca viviendas de particulares, a los que se intenta defender de impagos y demás lastres, ni pertenecientes a la administración pública.
La granja del Pas es, por lo tanto, un incómodo golpe de realidad desde el margen, de la rutina que vive este país y muchas de sus familias y que, por lo general, se trata de silenciar sistemáticamente por unos medios que, a su vez, han sido plácidamente amordazados.
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