Crítica publicada en Esencia Cine
Enfrentarse a una película como The Assassin desde la posición de la crítica es un gustoso tormento. Un tormento porque la limitación de espacio impide la totalidad del análisis del film, de la misma forma que un primer visionado puede no ofrecer la totalidad de respuestas al espectador. Un gusto por razones que se comprenderán con solo ver el prólogo de la obra. Hou Hsiao-Hsien regresa después de ocho años sin rodar en solitario (sí participó en los proyectos colectivos A cada uno su cine [2007] y 10+10 [2011]). Y lo hace para llevar a cabo una reinterpretación imponente del denominado como género wuxia.
The Assassin es una película de artes marciales sin demasiadas artes marciales; un título de acción sin apenas acción. El acercamiento de Hou Hsiao-Hsien es puro intimismo, introspección hacia sus dos personajes centrales, pero sobre todo hacia Nie Yinniang, su protagonista, que se debate durante todo el metraje entre sus recuerdos de infancia y el código de honor de asesina al que tiene que rendir cuentas matando a su primo, un gobernador de la provincia insurrecta de Weibo.
Se puede caer en la tentación de asegurar que Hou Hsiao-Hsien abandona la narrativa, que se deja abrazar por el exceso de estilo y la estética elevada a la máxima potencia. Y aunque el ejercicio de estilo es abrumador, para nada es cierto que no exista un dispositivo narrativo en The Assassin. Si bien puede ser necesaria en algunos momentos la intervención de un mapa genealógico de situación, eso no implica que tras la proliferación de personajes y tramas cruzadas no exista una línea vertebral que gobierne el film y sus aspiraciones. En este caso, se puede asegurar que la disyuntiva entre familia o deber es la columna vertebral más robusta de la obra.
En lo puramente visual, Hou Hsiao-Hsien vuelve a apostar por una puesta en escena de planos largos en la duración, que dilata las escenas, destinados a crear ese intimismo y esa noción de arraigamiento que atraviesa la cinta de principio a fin. La tendencia del cineasta a enmarcar de forma natural algunas de las acciones, así como la utilización de planos velados en los que se interponen sobre la acción cortinajes, columnas y otros elementos vuelve a hacer en The Assassin acto de presencia. Esa es una de las constantes que comparte con otras películas anteriores como Millenium Mambo (2001) o Three times (2005), las otras dos colaboraciones de la actriz Shu Qi con el cineasta, a las que también se asemeja en ciertos tratamientos narrativos de la imagen (la representación de los afectos o el diseño de producción del fragmento imperial de las tres historias).
Sorprende en esta reelaboración del género clásico del cine asiático la ausencia de golpes de efecto basados en la fantasía (los hay, pero muy pocos, casi en lo que parece un homenaje). Y se agradece la predominancia de mujeres en la primera línea de un tipo de cine en el que no suelen aparecer como tal, lo que es en sí mismo un mensaje desde el presente. Por su parte, el entramado político termina por calar a fuerza de contextualización, pero no para ahogar la narración, sino más bien para sembrar y regar la idea de que el ser humano es minúsculo ante los designios políticos y que, en la base, es muy difícil que se antepongan a los “pequeños” sentimientos de las personas, a la familia y al arraigo social. Por muy fuertes que sean impulsados por naciones o intereses personales.
Críptica, aunque no indescifrable, imponente ejercicio de estilo, aunque no exento de discurso, The Assassin se configura como una reescritura del género de las artes marciales desde una mirada hacia lo introspectivo. Quizás por eso, en los momentos cumbre de la obra no se necesiten apenas palabras (el plano de la niebla y la montaña). Tal vez ese termine por ser el mayor de los halagos que se le puedan brindar a este magnífico film de Hou Hsiao-Hsien: que sus preciosistas imágenes se alejan con inteligencia de subrayados para hablar por sí mismas.