Crítica publicada en Esencia Cine
Hace casi dos décadas el grupo de música Ska-P lanzó dos discos, Eurosis (1996) y El vals del obrero (1997), que aún hoy en día tienen una vigencia que asusta. En concreto podemos seleccionar tres canciones de estos elepés que tras diecinueve y dieciocho años, respectivamente, están más a la orden del día. Pocas letras musicales han reflejado tan bien la deriva de un país, y se han mantenido como una visión perfectamente válida de la misma durante tantos años, como Ñapa es, Circo ibérico o España va bien. Tristemente esta coyuntura no dice mucho en favor de nuestra tierra.
En País de todo a 100 Pablo Llorca se lanza a mostrar la realidad de una España en perpetuo retroceso. La España del pelotazo inmobiliario, la de los edificios vacíos, los aeropuertos sin aviones, los ensanches deshabitados y las hipotecas imposibles de abordar. La de Eurovegas, la España en la que un político puede seguir haciendo lo que le venga en gana sin temer ninguna consecuencia. Una España que a un finlandés que viene de Alemania para recorrerla de punta a punta le fascina como si fuese una visita a los inframundos de la ciencia ficción más irreal.
Con la excusa de un viaje que hacen dos amigos a España, el director muestra la problemática de la crisis –para aquellos que proclaman a viva voz la ansiada salida de la crisis, el film puede resultar ilustrativo– con ciertos tonos de sarcasmo y humor que suavizan las sensaciones que produce el documental. Porque País de todo a 100 es una película para cabrearse, pero también para reír y para aprender.
La “desolación seca” con la que el amigo finlandés define lo que ve es muy gráfica. España, el país de la recalificación, esa nación que ha sustituido el modelo del bienestar por el de caridad, con sus comedores sociales llenos como elemento más puntero, pasa por delante de los ojos atónitos de una persona acostumbrada a algo completamente distinto. Por momentos, la visión de España que ofrece el documental recuerda a la Misericordia de Galdós, entre otras novelas del escritor canario afincado hasta su muerte en Madrid.
En cuanto a la narrativa que utiliza Llorca sorprende que aguante los 95 minutos de la producción sosteniendo toda la propuesta en la narración aséptica de los hechos, subrayando a veces las imágenes, contando otras historias en muchas ocasiones para complementar lo que se ve. Lo cierto es que tanto la narración como las propias imágenes albergan tal fuerza que no es necesario cargar más las tintas para mostrar el “reino bananero” en que se ha convertido la tierra de Don Quijote.
Son varias las películas que, de una forma u otra, se encargan de mostrar la realidad del país que nos querrían ocultar los políticos y las autoridades. Ahí quedó la polémica creada hace unos días por el documental Ciutat Morta (Xavier Artigas y Xapo Ortega, 2014); y en otra línea se puede hablar de obras como Magical Girl (Carlos Vermut, 2014) y, sobre todo, Hermosa juventud (Luis Rosales, 2014) y Carmina y amén (Paco León, 2014) como películas circunscritas de una manera u otra, desde distintos enfoques, a la crisis.
Basado en la más absoluta realidad –las imágenes– el documental juega a desmontar todos los mensajes y reteñir los brotes verdes que llevan tiempo queriéndonos vender con tanto ahínco. El repaso social, económico y político que realiza País de todo a 100 es digno de proyectar en el Congreso. Así igual dejaban de tomar al pueblo por bobo. Mientras tanto seguiremos viviendo en este “circo ibérico” en el que todo siempre parece irnos de maravilla. Será que, como dice la canción de Ska-P, sólo es para “el banquero, para el alcalde y para nuestro presidente”.
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