Crítica publicada en Esencia Cine
En 2009 Howard Overman creó una serie que, pese a tratar un tema bastante manoseado: chicos con superpoderes, lo hacía desde una cierta novedad. Misfits (Channel 4) proponía un nuevo tratamiento de los poderes sobrenaturales que unos jóvenes adquirían debido a una extraña tormenta. La propuesta era diferencial fundamentalmente por mostrar qué harían unos chavales a los que de repente les caían del cielo unos dones extraordinarios. El ego propio de la juventud, y quizás la despreocupación propia de su edad, llevaba a este grupo a satisfacer sus propias necesidades antes de pensar en nada ni nadie más.
Project Almanac, ópera prima de Dean Israelite, propone un acercamiento similar a otro de los grandes temas de la ciencia ficción: la máquina del tiempo. David es aceptado en el MIT para estudiar Física. El problema surgirá cuando la ayuda que estimaba recibir resulte ser reducida y tenga que comprometer el futuro económico de su familia para seguir adelante con su carrera. Será entonces cuando, tratando de realizar otro proyecto para una última oportunidad en forma de beca, descubra unos planos en los que su padre, fallecido años atrás, trabajaba la creación de una máquina del tiempo.
Con la ayuda de su grupo de amigos emprenderá la construcción de la máquina. Pero ¿qué pueden hacer unos jóvenes que tienen la posibilidad de actuar en el pasado para cambiar su presente? Aquí radica el punto distintivo del film; Israelite no duda en lanzar a sus personajes hacia la búsqueda de su propio beneficio. Así, vemos como los protagonistas aprueban exámenes que no habían superado, ganan la lotería, acuden a macrofiestas que no pudieron disfrutar o utilizan el poder de cambiar el pasado para conquistar a la chica que les gusta. Al fin y al cabo es lo que todos haríamos en su situación, por mucho que nos guste pensar que iríamos a asesinar a Hitler (broma recurrente sobre viajes en el tiempo que también se desliza aquí).
El humor propio de la juventud de los protagonistas, los chistes cinéfilos y televisivos (Looper, Doctor Who) y el tono indie del film se ensamblan con la técnica de found footage con la que está rodado todo el metraje del film. Dicha estética resulta acertada para mostrar algunas acciones que serían menos creíbles si no estuviesen mostradas de esta forma, pero también produce un contraefecto: resulta cansina en determinados momentos, a los que la película le vendría muy bien cierta pausa. El ritmo excesivamente elevado provoca que Project Almanac se convierta, en determinados lapsos, en una suerte de videoclip narrativo, aunque lo cierto es que Israelite compensa muy bien todas las balanzas en las que pesa su película.
La ópera prima del cineasta va de más a menos, funcionando mejor en la primera parte que a partir del pivote central. La segunda mitad bebe por completo del espíritu de El efecto mariposa (Eric Bress y J. Mackie Gruber, 2004), con algún guiño concreto a la misma, y rememora a Frequency (Gregory Hoblit, 2000) en un emotivo encuentro final. Incluso algunos tics de la mítica Regreso al futuro se dejan ver en este Project Almanac, que, pese a no ofrecer nada estrictamente nuevo, da pinceladas de frescura en la ciencia ficción independiente y en el subgénero de los viajes en el tiempo.