19 septiembre 2014

'Yves Saint-Laurent', lucha de gigantes

Crítica publicada en Esencia Cine


En cada vida hay un drama cotidiano. No sé de dónde proviene la frase, intuyo que la habré escuchado o leído sin acordarme ya dónde fue. Lo cierto es que tiene algo, o mucho, de verdad. Por eso el biopic es un género que suele funcionar entre el público, siempre ávido de comparar sus dramas con los de otros; por eso también es un género tan controvertido y tan difícil de llevar a cabo. Nunca se puede gustar a todos los entornos; mucho menos cuando te centras en una figura de tanta relevancia y controversia como la de Yves Saint-Laurent.

Mucho se ha hablado de la excesiva buena intención de Jalil Lespert con este film, supuestamente aprobado por el entorno del diseñador, al contrario que la película también sobre el modisto filmada por Bertrand Bonello (se estrena el 24 de septiembre en Francia). Y durante la primera hora se intuye cierta intención de no querer molestar a nadie en la narración. Yves Saint-Laurent acerca al espectador la vida de una de las grandes figuras de la moda en el siglo XX desde los años cincuenta, concretamente el 57, hasta el comienzo de su declive vital.

Con un montaje cosido a través de saltos temporales, Lespert avanza sobre los hitos de la vida de Saint-Laurent. Y también de su compañero Pierre Bergé. Sin embargo, los hitos se convierten en casi invisibles para dejar paso a los pliegues emocionales y a la parte oscura del diseñador, sobre todo a partir de la primera hora, que hace las veces de presentación del enorme aura de brillantez que rodeó al modisto, sobre todo durante sus primeros años.


La narración en tercera persona –siempre cuenta la historia el personaje de Pierre Bergé desde la que entendemos es su subjetividad– elimina de un plumazo los problemas de credibilidad e, incluso, parece soliviantar ese conflicto entre la buena intención y la idea de mostrar las arrugas del genio. Porque Yves Saint-Laurent –sobre todo, vuelvo a repetir, su segunda parte– narra la pugna entre el genio y sus demonios internos, fundamentalmente las drogas, el desmadre, las fiestas y sus pulsiones incontrolables. Una lucha de gigantes.

Con varios momentos musicales, o de ralentí, de bella factura, la cinta de Jalil Lespert se adentra en el drama personal (más que profesional) del diseñador, con el que Pierre Niney guarda un increíble parecido durante todo el film. Además, el cineasta se apoya en grandes frases para dotar de una entidad algo más filosófica a su visión del modisto: “La muerte debe parecerse a eso: un apagón de la inspiración” o “Siempre he contemplado mi futuro como un desastre financiero”, entre otras, son algunas de esas sentencias que dejan poso.

Yves Saint-Laurent cuenta, además, con un gran duelo interpretativo entre actores de la Comédie-Française. Si Pierre Niney completa un trabajo en el que el parecido con el modisto es abrumador; Guillaume Galliene (Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!) no se queda atrás en su caracterización psicológica de un Pierre Bergé que actúa como contrapunto silente y doliente a esas pulsiones que amenazan con arruinar la carrera del diseñador. Nos encontramos por lo tanto ante un biopic dividido en dos partes bien diferenciadas: una primera hora muy light, centrada en la brillantez de la mente de Saint-Laurent, y una segunda mitad con más grises, que indaga en lo autodestructivo de ésta para consigo misma.

0 comentarios :

Publicar un comentario