Crítica publicada en NoSóloGeeks
El imaginario colectivo sobre Brooklyn la convierte en una de las zonas más propensas para contar historias sórdidas sobre la mafia, los ajustes personales y los líos propios de la novela negra. Ese Brooklyn de los bares nocturnos, de los callejones enrejados, de los extractores de humo dotando a la ciudad de un halo mágico, es el que utilizan tanto Michael R. Roskan como Dennis Lehane, director y guionista escritor de la historia original, respectivamente, en The Drop. Y lo mejor de todo es que, pese a ese ambiente reconocible, nada nunca parece tópico ni forzado durante toda la película.
Con un prólogo magnífico, que aprovecha la belleza del movimiento de cámara para ponernos en situación sin perder demasiado tiempo de acción, The Drop se adentra en la vida de un solitario camarero de un “bar caja” de la mafia chechena. Pronto la atmósfera de tensa tranquilidad (con el cachorro como máximo exponente) lo envuelve todo gracias a un trabajo fotográfico sobrio, pero elegantísimo, que establece una simbiosis esencial con la música a la hora de aportar una tensión que no termina de evadirse nunca de la pantalla.
La historia se desarrollará a base de pequeños giros –muchos parecerá que no tienen importancia– que, poco a poco, harán encajar las piezas de la historia perpetrada por Lehane y conducida por la mano sutil y lucida de Roskan. Los juegos de cámara con los que el director hace avanzar la trama, los puntos de humor y unos secundarios interesantes, pese a sólo quedar esbozados de forma tenue, concuerdan sin rechinar ni una sola vez con los inteligentes diálogos que elevan la película un escalón más alto de lo esperable.
Sorprende lo bien tejida que está La entrega, que mantiene todas las historias abiertas hasta un final sorprendente, resolutivo e inesperado que las cierra todas. Lehane urde una historia muy propia de la novela negra más clásica (esa que tan bien domina, por otra parte) y Roskan consigue mantenerla en alto durante los 105 minutos del metraje sin perder ni un ápice de la tensión o el interés, ni focalizar más en unas líneas que en otras. El escritor regala un guión soberbio y lleno de matices y el director entiende que para desarrollar la complejidad de la historia no hace falta dejar de lado la sencillez. El resultado es magnífico.
El film va oscureciéndose cada vez más; a medida que avanza su historia en Brooklyn oscurece y cae la noche y los personajes se van replegando cada vez más, algunos para coger fuerza, otros para hacer precisamente lo contrario. Brillante resulta, por otra parte, el trío interpretativo formado por un imponente Tom Hardy (qué gusto ver a este actor en cada uno de sus papeles. Sin duda uno de los grandes intérpretes de la generación), un James Gandolfini que se despide de una forma más que digna, incluso brillante en el juego de doble cara que mantiene durante todo el film, y una bellísima e inquietante Noomi Rapace. Los tres dotan a la película de una multitud de detalles silenciosos y casi invisibles, que aportan a la película esa humanidad de calle de la que a veces carecen este tipo de historias.
The Drop es uno de los noirs-thrillers con mejor pulso de los últimos tiempos. Todo brilla en la película, pero lo hace sin levantar ningún ruido innecesario ni ningún tipo de alarde. Es sobría, elegante, pausada, lenta incluso por momentos, pero no permite al espectador ni un respiro y mantiene la tensión de principio a fin gracias a un conjunto en el que cada pieza cumple su función de forma intachable. Una gran sorpresa.