07 agosto 2014

'Transformers: La era de la extinción', el agotamiento de una saga

Crítica publicada en Esencia Cine


La ciencia ficción y las historias de superhéroes, cada una en su escalón (que cada cual las sitúe donde desee), siempre han sido géneros propicios a reflexiones sobre la humanidad y sus virtudes o defectos. El ejemplo más reciente es El amanecer del planeta de los simios, en la que se retrataba con bastante acierto la sociedad humana y los mecanismos del liderazgo y la diplomacia política de la misma. 

Durante la primera hora de Transformers: La era de la extinción se intuye que esa va a ser la tónica de la cuarta entrega de la saga. El informativo que contextualiza la situación de la que parte la película muestra cómo los transformers fueron creados y entrenados por los humanos para que librasen sus batallas antes de rebelarse en su contra y que fuesen perseguidos y aniquilados por el ejército como terroristas. La idea del fantasma de Al-Qaeda, entrenada por los americanos antes de librar su guerra contra Estados Unidos, sobrevuela el primer tercio del film. 

Sin embargo, tras una soberbia primera hora y cuarto, la película se desinfla junto a ese mensaje profundo en aras de una sobreacción desmedida. Los planos contrapicados y la cámara vibrante se unen a la dirección inconfundible (y bastante buena en su labor) de Michael Bay. Nadie le puede criticar al cineasta no saber qué se va a encontrar cuando paga una entrada para sus películas. Las batallas entre robots, los golpes de hierro (y de sonido) y las explosiones vertebran los dos tercios finales de la película, llegando a resultar tediosos y excesivamente cansinos (el metraje de tres horas también se presta a que esto ocurra).


Transformers: La era de la extinción recoge, por otra parte, numerosos de los clichés que se han erigido como parte inconfundible de este tipo de películas: choque entre el padre y el novio de la hija, redención del padre tras la muerte de la madre en el pasado, etc. Todo esto podría haber sido secundario y pasar desapercibido si la película finalmente hubiese indagado en aquellos grandes temas en los que parecía querer introducir la historia, pero de los que sólo se alcanzó la corteza más superficial. 

El aspecto técnico del film es fantástico; la película supone un derroche audiovisual descomunal. Los efectos especiales se ponen al servicio del espectáculo y el ambiente bélico que colma la película. Pero pese a todo ello, ni los robots ni las personas que se sitúan como centro argumental llegan a conectar nunca con el espectador y las dos horas finales pueden llegar a hacerse muy cargantes pese al voluntarioso trabajo de Mark Wahlberg. 

Michael Bay vuelve a aportar su sello a la saga, cuyo problema quizás sea ya el desgaste. Todo es inconfundible en Transformers: La era de la extinción, incluso el humor del cineasta en otras de sus cintas; sin embargo, tras las interminables tres horas, la sensación que queda es que el factor sorpresa y, por extensión, la saga están agotados.

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