29 agosto 2014

'El secuestro de Michel Houellebecq', la burla de l'ecrivain terrible

Crítica publicada en Esencia Cine


A Michel Houellebecq le gusta reírse a su propia costa. Siempre le ha gustado. En su última novela, la extraordinaria El mapa y el territorio (Premio Goncourt 2010), el escritor se introducía en la trama como un personaje lánguido, siempre deprimido y que, al final, acababa siendo víctima del brutal asesinato que ponía en jaque a varios de los personajes centrales de la novela.

Cuatro años después de la publicación en Francia del libro, el escritor aterriza en la gran pantalla de la mano del director Guillaume Nicloux. La película, una suerte de ficticio falso documental, supone un nuevo golpe de humor por parte del novelista, que vuelve a reírse de sí mismo, convirtiéndose en personaje en este alocado vodevil.


Poniendo en situación al espectador, el film de Nicloux se circunscribe al periodo de promoción de El mapa y el territorio en 2011. Ante la ausencia del escritor en varios actos de prensa, comenzó a circular el rumor de que Houellebecq había sido secuestrado, siendo Al Qaeda y otros grupos terroristas los principales sospechosos. La red se llenó de teorías conspiratorias, cada cual más descabellada (se hablaba hasta de una abducción extraterrestre), sobre el paradero del escritor, que al final apareció como si nada.

Con esa premisa, y aprovechando el espacio de tiempo vacío que queda entre la desaparición y la reaparición del intelectual, Nicloux elabora un guión ácido en el que hay líneas para todos. Ni los círculos que frecuenta, o se le intuyen, al escritor; ni los políticos, ni el propio rumor sobre el secuestro, quedan intactos. El cineasta pone al escritor a interpretarse a sí mismo (como prueba esa inconfundible manera de agarrar los pitillos) y, entre ambos, ayudados por un trabajo de secundarios muy remarcable, consiguen crear un artefacto casi brillante, puntiagudo e hiriente a través del humor.

El resultado es tan deliciosamente surrealista que enamora. El espectador se familiariza pronto con el personaje central: ese fumador, bebedor, irreverente y extravagante en el que se convierte Houellebecq (¿o no necesita conversión?) a ojos de la cámara. Su complicidad con los secuestradores, su absoluto pasotismo para con la vida (“no me importa morir, creo que es un buen momento” llega a decir en un momento con total seguridad), dotan a la cinta de un punto tragicómico muy interesante.

El secuestro de Michel Houellebecq supone, por tanto, una pequeña y nueva gamberrada del “enfant terrible” de la Literatura francesa. Una gamberrada placenteramente estúpida de un hombre de vuelta de todo que se ríe de la vida, de sus congéneres y, por supuesto, y con muchas ganas, de su propia figura. Un nuevo golpe, camuflado en el abrazo humorístico, a sus detractores, pero también a sus incondicionales.

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