22 agosto 2014

'Locke', thriller minimalista

Crítica publicada en Esencia Cine


El reloj siempre es un elemento importante en el cine. Prueba de ello es la pregunta que nos hacemos, a menudo, antes de comenzar a ver una película: ¿cuánto dura? En Locke el director Steven Knight (Peaky Blinders, Redención) reduce el tiempo real de una noche a 85 minutos de cinta. Y la puesta en escena a la aparición física de un solo actor, Tom Hardy; y la escenografía a un coche en mitad de la carretera. En este sentido, se puede hablar de una película minimalista.

Ivan Locke es uno de esos hombres que se labran su futuro. Desde que empieza la película intuimos que ha trabajado duro para llegar hasta el punto en el que se encuentra ahora: a punto de dar luz a un proyecto importante. Sin embargo, la noche de antes, el protagonista recibe una llamada que va a llevar su vida al traste de una tacada. Para intentar hacer lo correcto el hombre tendrá que abandonar su puesto de trabajo y delegar en sus compañeros, abandonar el hogar familiar y acudir a Londres a solucionar el conflicto personal que ha generado.


Con un guión solidísimo, que sustenta todo el peso de la película, Knight crea un thriller pasional y sugerente utilizando todos y cada uno de los elementos que le proporciona el reducido espacio. El trabajo del cineasta en Locke es un ejemplo del “más con menos”, de aprovechamiento de recursos. De esta forma, los reflejos en el espejo, las posibilidades del manos libres, las conversaciones telefónicas y las indicaciones de la carretera se convierten en los pivotes sobre los que edifica la historia y consiguen aportar una importante dosis de claustrofobia a la misma.

Tom Hardy se carga el peso de la idea a la espalda y consigue una interpretación muy destacable gracias a su contención. El actor, único cuerpo físico de la acción, logra implicar al espectador en el derrumbe de su vida. Nada es igual al principio que al final. En poco menos de una hora y media la vida de Locke es completamente distinta. Knight vuelve a acertar al hacer un uso real del tiempo; la historia narrada ocupa el mismo espacio real que ficcional, esa hora y media que nos mantiene pegados a la butaca.

La culminación de un drama personal y humano es total en Locke. Así lo demuestra la situación en la que llega al final el personaje tras sus numerosas conversaciones telefónicas en las que va siendo continuamente derrotado por las malas elecciones. En este sentido, es destacable el trabajo “invisible” de actores de la talla de Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott o Ben Daniels, entre otros, que aportan humanidad a sus personajes a través de la modulación de la voz. Sin duda, Locke es un trabajo interesante que confirma a Steven Knight como una voz a tener en cuenta, sobre todo tras el reciente éxito de su miniserie televisiva Peaky blinders.

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