22 agosto 2014

'Lucy' in the sky with drugs

Crítica publicada en Esencia Cine


Los creadores de la serie de televisión de ciencia ficción Fringe introdujeron una figura controvertida durante sus primeras temporadas. Los observers estaban en todos los capítulos, aparecían de repente, en cualquier esquina, impertérritos, contemplando lo que acontecía. Al final, muy avanzada la serie, se reveló que aquellos hombres calvos, trajeados y con apariencia de robots mecánicos eran científicos del futuro que habían sido capaces, gracias a un chip, de desarrollar las capacidades cognitivas del cerebro humano. Esto les había ido convirtiendo, poco a poco, en una especie de hombres autómatas capaces de recorrer a su antojo el espacio-tiempo (y observar los grandes acontecimientos, de ahí su nombre), pero con las capacidades emocionales cada vez más reducidas.

En Lucy, la nueva película de Luc Besson (El quinto elemento, Leon el profesional, etc.), reside una premisa parecida: una joven secuestrada es obligada a ejercer de mula para transportar droga de una ciudad a otra. En el transcurso de la misión, una de las bolsas estalla en su estómago, liberando una gran cantidad de una droga sintética y potentísima. El efecto del narcótico la lleva a desarrollar sus capacidades cerebrales a niveles asombrosos e impredecibles.


Con una Scarlett Johansson tan fría y rocosa como apreciable, el director francés esboza temas interesantes sobre los límites del conocimiento humano y el poder. Sin embargo, a partir de los tres cuartos de hora todo cae en el saco de la acción desmedida y empiezan a volar coches, golpes, hombres y armas al ritmo de una Scarlett que parece sentirse a gusto en su papel de heroína fatal.

El interés de la propuesta decrece a medida que avanza la misma. Por si fuera poco unos intervalos de imágenes casi documentales se unen a la cálida voz de Morgan Freeman para narrar (o sobrenarrar en ocasiones) cómo se modifica el uso del cerebro según se aumenta su porcentaje. El actor afroamericano completa un papel descafeinado como profesor que trata de comprender la metamorfosis de Lucy. Lejos quedan ya sus mejores papeles, aunque su sola presencia sigue llenando con suficiencia la pantalla.

Mientras tanto, Luc Besson pone su sello personal e intransferible en una cinta que se pasa de rosca con placer y autoconsciencia. Lucy se queda en mucho menos de lo que podría haber sido,dejando mucho terreno inexplorado en pos de una sobreacción desbocada. Sin embargo, la película consigue no llegar a aburrir nunca, por disparatadas que parezcan algunas de sus maniobras. En definitiva, Besson completa una película que no engaña a nadie y en la que el cineasta reflexiona en torno a la venganza, los narcóticos y la violencia, esbozando una pseudocrítica muy light a la sociedad que le sirve de marco.

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