27 febrero 2015

'Samba', baile entre la comedia y el drama

Crítica publicada en Esencia Cine


La primera secuencia de Samba podría resumir la película, o al menos, una de las que contiene, o puede contener, la nueva obra de Olivier Nakache y Eric Toledano tras la exitosa Intocable (2011). La cámara se desliza por los entresijos de un hotel en el que se celebra una boda. En un travelling sin cortes, el ojo del cineasta se posa, primero, en la celebración, en la que todos bailan y disfrutan de la tarta, para después adentrarse en el mundo de las cocinas, repleto de occidentales hombres blancos que adornan sus postres y, más tarde, en la zona de los lavaplatos, en la que trabajan hombres negros en su mayoría y en la que encontramos al protagonista interpretado por Omar Sy. Puede hablarse de cierta reducción maniqueísta en este planteamiento de los directores, pero narrativamente sirve para situar al espectador y al personaje de un solo vistazo. De la superficie a la capa más profunda de un país; de lo victorioso a una derrota social de cierta evidencia.

A pesar de este inicio, no es Samba una película que indague demasiado en temas espinosos, o, quizás sería más correcto decir, que lo haga desde una perspectiva excesivamente dramática o con ánimo de denuncia. Sí lo hace desde el terreno de la comedia, a través de la cual desliza cierta problemática sobre la inmigración, enfocada desde diversos puntos de vista (institucional, social, identitario). Pero, como apuntábamos, no se trata de un drama convencional y sí de una de esas películas “positivas” hechas para agradar al espectador. Una feel good movie. Podría existir incluso aquel que dijese que la idea es, en cierto modo, frívola. Y la realidad es que tampoco podría rebatirse totalmente esa opinión, pues tendría argumentos sobrados para refundarla.


Apoyando todo el peso en el carisma que desprende la sonrisa y el buen aspecto de Omar Sy frente a la cámara y, sobre todo, en el magnetismo de una Charlotte Gainsbourg a la que cualquiera querría no dejar de mirar nunca, los directores se adentran en la relación de ambos personajes, inmigrante sin papeles, él, trabajadora social, ella. En los momentos en los que el film se centra más en ellos y se aleja de grandes mensajes seduce mucho más. Es posible que el espectador se sienta más interesado por aquellas escenas en la que varios personajes bailan, conversan o simplemente tratan de seguir adelante, que aquellas otras en las que Samba trata de ofrecer un mensaje demasiado profundo, que a veces se deslavaza de la propuesta tonal del resto.

El humor es otro de los puntos clave de la cinta francesa. Y el tratamiento que se le da por parte de los autores es irregular. Nakache y Toledano se muestran empeñados en forzar las situaciones cómicas en momentos en los que la historia no las necesita (e incluso pueden incomodar su desarrollo). Sin embargo, en aquellos lances en los que la comedia se cuela de una forma más natural (la parodia del anuncio de Coca-Cola que hace Tahar Rahim) e incluso inesperada (las resonancias, no sabemos si pretendidas, al personaje de Gainsbourg en Nymphomaniac [Lars von Trier, 2014]), la risa sí es convocada al patio de butacas de una forma más lúcida y original.

Samba es una obra irregular, que pese a la sencillez de su propuesta, consigue arrastrar al espectador y que se deje llevar por las situaciones. Un film desequilibrado en todos sus aspectos (personajes que aparecen y desaparecen, subtramas que parecen no conducir a ningún punto), indefinido en ciertos momentos (una suerte de puente entre comedia y drama que no termina por llegar a ninguna orilla), que se dilata excesivamente hasta su debatible final. Eric Toledano y Olivier Nakache han filmado un reverso de Intocable en el que modifican muchas cosas (la música y su tratamiento, por ejemplo) para ofrecer un nuevo punto de vista con respecto a dicha obra. Además, la incorporación de Charlotte Gainsbourg al reparto ya debería servir por si sola para ver no solo esta, sino cualquier película en la que intérprete sea la protagonista.

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