Crítica publicada en Esencia Cine
El Día de Muertos es una celebración mexicana que tiene lugar el 2 de noviembre y honra a los difuntos. Son muy populares, al respecto, las calaveras mortuorias que se lucen ese día y las figuras a las que se rinde veneración. Tal vez México sea uno de los lugares con mayor culto a la muerte, por eso en las escuelas se enseñan las tradiciones del Día de Muertos como una materia más para conocer el mundo.
Quizás por eso El libro de la vida pueda ser mejor interpretada por aquellos que estén familiarizados con la festividad y sus ídolos (La Katrina, el Cerero y Xibalba) que por quienes sean completos desconocedores de ella. Es probable que, por eso mismo, pese a que la nacionalidad de la cinta sea estadounidense, todo en ella se sienta muy mexicano. Tanto el director, Jorge R. Gutiérrez, como el productor Guillermo del Toro (del que se nota la mano en determinadas ocasiones) comparten nacionalidad y cultura. Y esa idiosincrasia queda muy plasmada en el desarrollo de la película.
The Book of Life narra la historia de una joven y dos amigos enamorados de ella desde pequeños. Manolo está en el camino de ser torero, como su padre, pero en realidad quiere ser músico. La única que apoya su sueño es María, de la que también está enamorado Joaquín, el mejor amigo de Manolo, que cierra el círculo. La historia, por tanto, no es nada novedosa. Sin embargo, el guion, lleno de tópicos, es eclipsado por completo por la forma que adopta la obra, que se convierte en su gran virtud.
En su viaje iniciático, Manolo transitará varios mundos (el mundo de los muertos y el mundo de los olvidados, además del mundo terrenal) para encontrar cuál es verdaderamente su camino y para aceptar la pérdida como un paso más de su madurez. Ese deambular será el que aporte los mayores méritos al film de Gutiérrez, que consigue crear una atmósfera fascinante entre lo lúgubre y lo festivo (algo muy en consonancia con la propia festividad del Día de Muertos en el que se desarrolla la acción).
Los creadores de El libro de la vida establecen un interesante diálogo entre las leyendas aztecas y la formulación narrativa clásica; sin embargo, si no fuera por el deslumbrante apartado visual, el dispositivo narrativo no alcanzaría el grado necesario para sustentar todo el peso del film. Existe en esta película, eso sí, un ejercicio de estilo apabullante, que a lo largo del metraje puede resultar ciertamente contraproducente, ya que la obra se deja llevar por esa solidez estética y resta fuerza al despliegue de la historia, finalmente eclipsada y algo débil.
¿Es The Book of Life una cinta para niños? Cuesta determinarlo. ¿Cuánto espacio hay entre lo que provoca la risa y lo que causa terror? ¿Hay un límite claro? La obra de Gutiérrez bordea constantemente esta línea y se mueve con atrevimiento aquí y allá en esa dicotomía: lo alegre y lo triste, lo festivo y lo parco, el amor frente el deber o la vida y la muerte. El film se acerca por momentos a la apariencia de La novia cadáver (Tim Burton, 2005) e incluso de Pesadilla antes de Navidad (Henry Selick, 1993), pero sin llegar a alcanzar la profundidad y la delicadeza que sí lograban aquellas en cuanto a lo narrativo. En lo visual, toda una fiesta.
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