07 febrero 2015

'Foxcatcher', el cuerpo del fracaso

Crítica publicada en Esencia Cine


“This land is your land, this land is my land, this land was made for you and me.” Allá por la mitad del metraje de Foxcatcher Bennett Miller incluye la versión de Bob Dylan de la canción de Woody Guthrie en su historia. La decisión no es baladí. Mientras suena, el entrenador al que da vida Steve Carell está sentado con la mirada fija en un paisaje tejano y el luchador al que interpreta Channing Tatum le corta el pelo mientras se droga. Pero ¿realmente esa tierra está hecha para los dos? ¿Y para cualquiera que quiera adentrarse y comenzar una vida dentro de sus fronteras?

De la película de Miller se pueden extraer multitud de lecturas. Desde la cultura del triunfo, que a menudo conduce al fracaso, hasta la propia construcción identitaria del país norteamericano; todo está en Foxcatcher. El film, que narra la vida y la carrera de Mark Schultz, deportista olímpico de lucha libre, está tan repleto de lecturas como de mesura en sus formas. El magnetismo de la historia central podría haber derivado en una suerte de grandilocuencia que su director evita a toda costa (y se agradece). Sin embargo, el hecho de que al film le pueda faltar fuerza dramática en algunos momentos es compensado con una gran profundidad, tanto en la historia como en los métodos narrativos, desarrollada por su autor.

La figura del mentor, siempre asociada al lado más “bélico” del patriotismo (banderas en sus despachos, armas, discursos sobre la patria), resulta controvertida en este caso, precisamente debido a esas metodologías que representa el personaje al que da vida Steve Carell. En un momento del film, el entrenador desliza una sutil comparación entre los soldados y los deportistas: “unos entregan su vida por la libertad, para posibilitar el éxito de sus compatriotas; los otros abandonan esa libertad en pos de conseguir ese éxito”, parece querer decir. Quizás esa metáfora pueda recoger en su totalidad el espíritu del personaje protagonista y, si se quiere hacer más extensible, de toda una nación. No obstante, Bennett Miller nunca lo pone en evidencia a través de sus imágenes. Durante todo el film es el espectador el que completa los huecos y, por tanto, toda apreciación termina por ser algo totalmente íntimo.


¿Podría ser el de Foxcatcher un mensaje antipatriota? Cabría pensar que sí (hay ciertas lecturas que invitan a reflexionar sobre ello), pese a que el cineasta no expone de forma evidente sus postulados. Pese a todo, quizás sea el giro final el punto en el que se pueda encontrar un mayor nivel de simbolismo en torno a ese fracaso como nación que inunda todo el metraje. El momento clave del film se podría leer como un símbolo, una imagen en la que un personaje representa la política exterior de Estados Unidos, mientras el otro hace lo propio con las consecuencias de no someterse a la misma. Se sabe que la historia de Foxcatcher está basada en la realidad, y por tanto que en su base más profunda reina la veracidad, pero ¿está reflejando algo más sobre Estados Unidos la puesta en escena de Miller? En cualquier caso, más allá de interpretaciones personales de cada espectador, la gran virtud de la obra está en la simple sugerencia, en la manera en la que evita constantemente la obviedad. No existe la lectura única que predomine por encima del resto y les reste validez. 

Otro de los grandes sustentos de esta obra son, sin lugar a dudas, las tres interpretaciones masculinas (una pena que Vanessa Redgrave haya quedado tan sumamente desaprovechada dentro del reparto). Tanto el loado Steve Carell como Channing Tatum y Mark Ruffalo se cargan el peso de toda la obra en sus espaldas, fortalecidas para la ocasión en sendos trabajos físicos. El director de Moneyball (2011) y Capote (2005) ha compuesto una de esas historias que se cincelan sobre el cuerpo de sus actores; Foxcatcher expone el cuerpo como el mapa de los éxitos y los fracasos, imagen que Tatum personifica sobre el resto.

Por su parte, la dirección de Bennett Miller, que le valió el premio en Cannes, es sobresaliente. El trabajo del cineasta se evidencia, por ejemplo, en la acertada decisión de dejar fuera del campo sonoro algunas de las conversaciones, situando el punto de vista del espectador junto al de alguno de los personajes, según le convenga a la historia y su propósito. Otorga así, además, una importancia primordial al gesto, en otra maniobra que remite automáticamente, de nuevo, a los cuerpos como principales portadores del mensaje vertebral.

No es, por tanto, Foxcatcher un film ni dogmático ni todo lo contrario. Sí una película que deja aire al espectador para que elija qué poso le proporciona la obra, qué sensación le provocan los personajes, o en qué momento quiere (o no) emocionarse. Tal vez esa pretendida ambigüedad haya sido el principal motivo de que haya quedado fuera de la carrera a mejor película para la Academia de Hollywood, siempre centrada en un tipo de producción más masticada y, valga la redundancia, “académica”. Y, por supuesto, más adscrita a la cultura del triunfo y del éxito que no a la del fracaso del american dream en la que emplaza Miller su último trabajo.

0 comentarios :

Publicar un comentario