04 septiembre 2015

'Corazón silencioso', el abrazo de la muerte

Crítica publicada en Esencia Cine


La muerte. No hay tema más presente en la vida, pero a la vez tratamos constantemente de rehuirlo. En muchas casos solo atendemos a la existencia del final cuando la vida nos empieza a molestar. Es el caso de la familia protagonista de Corazón silencioso (Stille hjerte, Dinamarca, 2014), la última película de Bille August, cuya reunión en la casa familiar de toda la vida no tiene esta vez vocación de celebración, sino de despedida. Ante su enfermedad, la matriarca de la familia ha decidido terminar con su deterioro antes de que este la postre en una cama. Antes de su marcha, sus dos hijas acuden a pasar un último fin de semana con ella, en el que aflorarán más sentimientos, rencillas y controversias de lo que habían planeado. 

Bille August regresa a la gran pantalla, tras la fallida Tren de noche a Lisboa (Alemania, 2013), con un guión sobrio y delicado escrito por Christian Torpe. Las diferentes formas de aceptar la muerte como un paso más, el último, de la vida, son el eje principal que vertebra todo el film desde sus primeras secuencias, con la llegada de las dos hijas a la vivienda, en la que ya muestra a través de pequeños detalles la diferencia de caracteres de ambas, hasta las escenas de cierre. Este contraste entre las dos hijas le sirve al director para poder mostrar varios enfoques sobre un tema tan delicado como el de la eutanasia. La aceptación y las ideas de las dos mujeres oscilan, varían y se modifican a lo largo del metraje.


Sin embargo, hay un pilar que se mantiene intacto desde el primer al último plano, la fría sobriedad nórdica con la que todo está rodado. No hay ni un ápice de alarde, ni un amago de exceso de estilo, ni tampoco demasiados elementos que subrayen el drama interno de esta familia. Bille August apuesta por la sugerencia, en muchos de los casos, y por dejar que sean las interpretaciones las que completen todos y cada uno de los significados. En este sentido sorprenden los trabajos de Paprika Steen (Concha de Plata a la mejor actriz en el Festival de San Sebastián de 2014), pero sobre todo la creación de la actriz serbia Danica Curcic, que da vida a una mujer atormentada de por sí en su tambaleante relación y con un pasado en el que las drogas y la tentativa de suicidio han sido fieles compañeras de viaje, y que tiene que aprender a soltar la pérdida y dejarla marchar.

Durante toda la cinta, la puesta en escena de August alterna de forma inteligente la brusquedad de la situación (la evidencia de la torpeza de la madre debido al avance de la enfermedad, los llantos y gritos de alguno de sus personajes, etc.) con la sutileza. Tal vez el mejor ejemplo de esta última sea el tramo que precede al giro final, en el que el director abandona gradualmente a los personajes secundarios (marido, pareja y nieto) para centrar su mirada en la resolución del conflicto interno de la familia. De esta forma, el cineasta concede a sus personajes centrales, madre, padre y las dos hijas, el espacio primario y la pausa necesaria para dar el paso definitivo hacia un final, por otra parte, tal vez algo predecible según se van dando los movimientos.

Bille August rueda en Corazón silencioso con una contrastada frialdad cálida, aumentada la sensación con una fotografía de interior que genera una sensación de tibieza, de incandescencia, a lo que se une la composición del espacio del hogar (maderas, velas, salón con vistas al lago, ambiente exterior frío y nevado en contraposición con lo interior…). Entre tanto, el cineasta se acerca a un tema tan espinoso como la muerte asistida sin emitir juicios aparentes, más allá del que pueda suponer la decisión de colocar a un doctor como máximo valedor de la decisión de su mujer. Por otra parte, su mirada queda siempre alejada de toda trascendentalidad: la muerte es solo el final, pero en ningún momento se menciona ni se fabula con qué habrá tras cruzar el límite. La muerte aquí es como un último gesto de amor, la última mirada, el último abrazo. Esa despedida agridulce en la que tras dar unos pasos te giras para ver por última vez a esa persona, pero al girarte ya no está, se ha desvanecido.

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