Crítica publicada en Esencia Cine
Puede parecer, a priori, que Negocios con resaca será otra comedia con la que un cierto sector del público podrá pensar poco y reír a mandíbula batiente. Y, si nos ponemos muy estrictos a la hora de delimitar un género, podremos llegar a la conclusión de que, sí, eso es lo que es. Sin embargo, bajo todo el aparataje de la broma tonta y facilona, que efectivamente lo tiene, como era de esperar, la película dirigida por Ken Scott (¡Menudo fenómeno! [2013] y Starbuck [2011]) y escrita por Steve Conrad alberga algunas lecturas interesantes que, sin ser la principal apuesta del film, están apuntadas.
El Berlín antisistema frente al G8
La acción del film es situada en un Berlín que se prepara para recibir la reunión del G8, una cumbre en la que los presidentes de las ocho grandes potencias mundiales negocian el futuro sociopolítico del mundo. Allí tienen que acudir los tres protagonistas (Vince Vaughn, Dave Franco y Tom Wilkinson) para conseguir un nuevo contrato con el que sacar adelante su nueva empresa. El entorno que ofrece Scott es el de un Berlín en el que constantemente se pueden leer carteles en contra del G8 y se pueden ver constantes boicots de los grupos antisistema (en algunos momentos se viene a la cabeza el colectivo Anonymous) a la celebración de la reunión.
La sociedad (y el Arte) de Gran Hermano
No menos interesante resulta el concepto del “reality hotel” en el que el protagonista se aloja tras no conseguir el grupo una habitación mejor. El hotel consiste en una habitación-museo-instalación en la que el huésped es observado por los visitantes mientras duerme, se viste, negocio al teléfono o se lava los dientes con la excusa banal de estar siendo parte de una obra de Arte. La idea remite claramente a la concepción actual del Arte, donde lo contemporáneo ha roto las barreras de la convencionalidad, pero también a la sociedad del consumo de espectáculo, en la que los reality shows y los programas de seguimiento personal se han convertido en la gran estrella de la parrilla. El Big Brother ha pasado en Negocios con resaca a ser el Big Hotel.
Desarrollo tecnológico: avances y retrocesos
Se pueden decir muchas cosas sobre Negocios con resaca. Puede aburrir, divertir, gustar o no gustar, aborrecerse o disfrutarse; sin embargo, hay una cosa que no se le puede achacar para mal al film y es no estar al día de lo que ocurre en la sociedad actual. Una buena muestra de ello son las conversaciones constantes sobre los cambios tecnológicos que ocurren cada día en nuestra sociedad. Scott centra su mirada, en determinadas ocasiones, en el desarrollo de aplicaciones móviles como significativo avance de esta corriente. La existencia de apps que sirven para absolutamente todo, incluso para divorciarse vía web, es motivo de risa en el film del director.
El acoso escolar 2.0
Sin embargo, este desarrollo tecnológico exacerbado que muestra la película tiene una cara B y Scott, junto a su guionista Conrad, decide mostrarla en torno al ámbito escolar. El hijo del protagonista sufre bullying por su exceso de peso, y los personajes hablan de ello en sus tiempos muertos. Concluyen que siempre ha existido el acoso en mayor o menor grado, pero de manera muy acertada apuntan al desarrollo tecnológico y al ascenso imparable de las redes sociales como la causa de que, en la actualidad, también se pueda sufrir ese acoso de forma cibernética.
Más allá de estos cuatro mensajes apuntados, Negocios con resaca ofrece un compendio de chistes fáciles, clichés y situaciones forzadas para llevar a la carcajada. Una comedia intergeneracional, con protagonistas de tres generaciones distintas –movimiento interesante que permite diversificar las bromas entre los tres personajes– que se ve y se digiere con sencillez y sin ningún tipo de complicación. Pero que, en cambio, deja el poso de apuntar alguna cosa interesante en esas cuatro líneas citadas. Por si acaso alguien quisiese recoger el testigo.
0 comentarios :
Publicar un comentario