Crítica publicada en Esencia Cine
La cámara al hombro, el aspecto social y el hecho de que los actores sean las personas reales que vivieron la situación que se narra, confieren a La mujer del chatarrero aspecto documental. Con temas universales como telón de fondo, como el sistema sanitario y la discriminación de las minorías, Danis Tanovic realiza un drama social y muy comprometido, en el que la temática se eleva por encima de todo lo demás.
Nazif y Senada son un matrimonio gitano que reside en Poljice, una aldea pobre, en la que los hombres trabajan como chatarreros para poder alimentar a su prole. En 2011, la vida del matrimonio da un vuelco cuando Senada sufre un aborto natural y tiene que ser intervenida de urgencia para salvar su vida. Sin tarjeta sanitaria, el matrimonio necesita casi mil marcos (una cifra muy difícil de alcanzar con sus paupérrimos ingresos) para que a Senada se le practique la intervención quirúrgica precisa.
La decisión de la mujer de no operarse, ante la imposibilidad de alcanzar esa cifra, es la que da lugar a la película de Tanovic. El cineasta se sirve de su experiencia como documentalista para filmar la historia desde una perspectiva de trinchera. Los seguimientos de los actores, esa vibrante cámara en mano, son la mayor reminiscencia de ese pasado en la guerra. Sin embargo, en determinadas ocasiones esta técnica transmite una sensación de mareo y desconcierto en el espectador, más allá de recalcar esa visión de reportaje y dotar de un realismo crudo a la imagen.
No obstante, la técnica queda dominada por la crudeza de la historia que se cuenta. El director bosnio desliza una historia sobre la discriminación sufrida por las minorías étnicas en su país tras la guerra. Una historia vergonzante. A pesar de ello, Tanovic evita caer en situaciones excesivamente melodramáticas o duras; la historia real ya lo es por sí misma e indigna lo suficiente como para aderezarla con ningún artificio. El retrato de la desgracia es desolador y todos los elementos contribuyen: el estéril invierno, el poblado gitano de Poljice –en el que todos los vecinos son los que viven de verdad allí–, los cortes de luz y, en definitiva, la pobreza y, lo que muchas veces es peor, la indiferencia del que la ve desde al lado de la chimenea.
Tanovic muestra, además, un panorama de Bosnia, contextualizado a través de los viajes en coche desde el poblado hasta la ciudad, en los que la cámara sigue al vehículo, dando testimonio de aquello que se les cruza en el camino. En su odisea personal, los personajes atraviesan fábricas, centrales, nidos de pobreza, discriminación y miseria, pero también dan evidencia del contraste de la ciudad con la parte amable de la ciudad, ajena a todo.
Las interpretaciones de Nazif Mujic y Senada Alimanovic, llevando a la pantalla su propia historia y su lucha por la vida, son contenidas, naturales y absolutamente creíbles. Ambos funcionan bien en la pantalla, ayudados por el aspecto documental de la película. No en vano, Mujic recibió por este trabajo el Oso de Plata a mejor actor en la Berlinale de 2013 y el film hizo lo propio con el Oso de Plata por el Gran Premio del Jurado.
La mujer del chatarrero es un drama social que denuncia hechos que suceden a diario, situaciones de las que son silenciadas con interés por unos y otros, pero que no por ello dejan de ocurrir. Danis Tanovic ha completado un film en el que da visibilidad a este tipo de desigualdades. Y eso siempre es digno de aplauso.
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