02 diciembre 2013

'Solo Dios perdona', violencia sobre fondo rojo

La sangre impregna gran parte de las escenas de Solo Dios perdona (Only God forgives en su título original), pero no lo hace siempre de manera literal, sino mediante el cromatismo. El rojo y su sensación de calidez son los elementos que primero nos llaman la atención en esta película dirigida por Nicolas Winding Refn. La película, o su parte más onírica, se llena de tonos cálidos, rojos intensos, que, en contraste con algunos azules puntuales y muy intencionados, sugieren sangre, violencia, sexualidad; en definitiva, todos los elementos de los que se vale Refn para contarnos esta historia de venganza.


Uno de los numerosos marcos naturales de la fotografía de Larry David, con Ryan Gosling.
Sólo Dios perdona se sitúa en los bajos fondos de la ciudad tailandesa de Bangkok, donde Julian es un traficante de drogas que ve como su vida sufre un vuelco cuando su madre (Kristin Scott Thomas) llega a la ciudad para encontrar y vengarse del asesino de su hermano. En el otro lado, un violento policía, katana en mano, imparte justicia a su parecer, erigiéndose como una especie de Dios todopoderoso, capaz de juzgar, condenar y perdonar según considere oportuno. Él es el vigía que controla cada uno de los movimientos que tienen lugar en la ciudad, o, más bien, en esa cara B de la ciudad de la que apenas sale la película. 

Los leves y elegantes movimientos de cámara de Refn, que en ocasiones convierte el plano en las propias miradas de los personajes, narran la historia apoyándose en una sugerente fotografía, a cargo de Larry David, que llena el metraje de sugerentes pasillos, contraluces de colores cálidos y marcos naturales (puertas, ventanas, columnas) en los que hace moverse a sus personajes. El apartado visual y el ejercicio estilístico es, sin duda, lo más reseñable de Solo Dios perdona.

La película de Winding Refn es mucho más atractiva en los momentos en los que la insinuación, música tensa mediante, es más potente que la propia imagen. En las secuencias en las que entra en escena la violencia más explícita –con cierto aire killbillesco– y la insinuación descarada de la sexualidad –personificada en una madre edípica casi con literalidad– la película se pierde en determinados excesos narrativos difíciles de contrarrestar por su vacuidad.

Los símbolos que dibuja Winding Refn, fundamentalmente mitológicos y bíblicos, resultarán, según el espectador, o muy acertados o excesivamente tópicos. Está el Dios castigador, personificado en el policía, el diablo, la madre interpretada por una Scott Thomas cuyo personaje termina por no experimentar desarrollo alguno, y el pecador al que ella incita a cometer el mal, que es claramente Julian, atraído por el complejo de Edipo que representa ella.


Kristin Scott Thomas, la edípica y diablesca madre.
Solo Dios perdona puede entenderse como una crítica al aumento del consumo de violencia, a la que cada vez estamos más acostumbrados y ha dejado de impactarnos. O, como se ha dicho en varios medios, puede constituir un tributo a la violencia de determinado cine asiático (recordemos que la acción transcurre en los turbulentos suburbios de Bangkok). Al menos funciona como un artefacto que podría posicionarse en uno de esos contrapuntos. Las dos interpretaciones principales son eficaces, correctas pero sin alardes, ante unos personajes en ocasiones demasiado planos. Ryan Gosling en el papel de Julian resulta inexpresivo en la medida que su personaje lo requiere. Destaca, en cambio, en el contraste de aquella escena en la que no puede ni siquiera replicar a su madre cuando insulta a “su chica” y la siguiente, en la que le obliga a ella a quitarse el vestido tras salir de la cena. Por su parte, Vithaya Pansringarm, familiar para algunos por Resacón 2, ¡ahora en Tailandia!, solventa algo mejor su papel de hombre sin piedad con un despliegue gestual sobrio que aporta la frialdad necesaria a la hora de ejecutar esa violencia tan brutal que ejerce.

0 comentarios :

Publicar un comentario